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Tecnología y justicia El desafío del abogado moderno en la era digital

Este profesional ya no sólo resuelve conflictos, sino que se convierte en un agente clave en la reflexión sobre el sentido de la justicia. Ahora es un puente entre la justicia y la sociedad.

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KATTY ALEXANDRA SOLER BÁEZEspecial para LD
Santo Domingo

¿Qué significa ser abogado en un mundo donde la información está al alcance de todos? ¿Qué valor tiene el conocimiento jurídico cuando cualquier persona, con un simple clic, puede acceder a textos legales, precedentes y extensos repertorios doctrinales? A simple vista, parecería que ser abogado hoy día no es una tarea exclusiva, que la tecnología ha reducido su papel a ser un gestor de información y cumplidor de trámites. Sin embargo, esta percepción superficial oculta una realidad más profunda.  

Si adoptamos una mirada más reflexiva, nos daremos cuenta de que la función del abogado no ha desaparecido ni desaparecerá. Al contrario, se transformará, adquiriendo una nueva dimensión: ser un puente entre la justicia y la sociedad, el protector de la humanidad en medio del vertiginoso avance tecnológico.  

El Derecho, hoy no es sólo un conjunto de normas; es una narrativa viva, en constante evolución, que debe adaptarse a un mundo en cambio permanente. El abogado no debe ser simplemente un técnico que aplica reglas, sino que debe convertirse en un intérprete de la condición humana, capaz de equilibrar el progreso con los valores fundamentales que sostienen la convivencia y de traducir conflictos hacia soluciones justas.  

En un entorno donde la información es ilimitada y la tecnología amenaza con reducir el derecho a algoritmos y fórmulas, surge una pregunta crucial: ¿cómo ejercer nuestra función? Aunque la respuesta no es clara, sabemos que no se encuentra en competir con las máquinas y su inteligencia artificial. Más bien, debemos centrarnos en preservar lo que nos hace irremplazables: nuestra capacidad de escuchar, comprender matices y conectar con las historias detrás de cada caso. Porque el Derecho no se trata de expedientes, casos o causas, sino de personas, situaciones y diferencias. Y es precisamente a estas personas, en sus situaciones y con sus diferencias, a quienes debemos procurar justicia.  

Defensor de principios

El verdadero desafío para el abogado moderno no reside en los tecnicismos jurídicos, sino en las cuestiones éticas y filosóficas que surgen en la práctica cotidiana. Su función ya no se limita a hacer cumplir las normas; se extiende a garantizar que el derecho no pierda su dimensión humana en un mundo cada vez más digital. El abogado debe ser el defensor de los principios fundamentales que sostienen la convivencia, impidiendo que el derecho se convierta en una maquinaria fría y despersonalizada.  

Así, el abogado ya no sólo resuelve conflictos, sino que se convierte en un agente clave en la reflexión sobre el sentido de la justicia. La verdadera justicia, aquella que no puede alcanzar mediante algoritmos o fórmulas, la que se encuentra en manos de profesionales comprometidos éticamente, quienes, más allá de los casos y las leyes, conectan con las personas y las realidades que enfrentan, transformando el Derecho en una herramienta para alcanzar una justicia más humana, empática y justa.