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Realidad y Fantasía

Cuando la gleba se apoderó del casco histórico

María Cristina de Carías

María Cristina de CaríasArchivo LD

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

Hace poco tiempo, ocurrió un suceso que conmovió la opinión pública, como pocas veces ha sucedido. A raíz de una celebración de Halloween, programada para llevarse a cabo en la ciudad intramuros, por las redes sociales se convocó a una multitud proveniente de los barrios menos pudientes de la ciudad. El hecho de que esta gente de extracto humilde acudiera a la vieja ciudad no tiene nada de censurable; el casco antiguo pertenece a todo el pueblo dominicano y, como si esto fuera poco, es Patrimonio de la Humanidad.

El problema consistió en que armaron un desorden inaudito en parques, calles e inclusive invadiendo las casas de particulares que habitan en la zona. La gleba se apoderó del sagrado recinto, haciendo toda clase de desmanes. Los residentes de la zona, aterrorizados vieron como aquella multitud desvergonzada no tuvo miramientos hasta para hacerse del cuerpo en las puertas de sus casas. El cúmulo de basura y los destrozos al mobiliario urbano dejaron una estela repugnante, en tanto que la Policía de Turismo, encargada de la zona, brillaba por su ausencia.

La multitud convocada por las redes sociales solo tenía el propósito de causar caos y desorden. ¿Quién o quiénes fueron los promotores de semejante atentado contra el mayor tesoro con que cuenta nuestro país? No lo sabemos, pero de lo que sí podemos tener conciencia es de que, de esta misma forma, se puede armar un desorden mayúsculo en cualquier parte. Hoy en día cualquier hijo de vecino tiene un celular inteligente. Puede vivir en un barrio marginado y a lo mejor comer una vez al día, pero ese aparato se ha vuelto imprescindible para todos, pobres y ricos, y por medio de este, es sencillo armar cualquier desorden. Esta vez la víctima fue la que menos debería ser centro de desorden, por ser un tesoro que todos debemos cuidar y en donde se está invirtiendo mucho dinero, con el objeto de que sea el orgullo de América entera.

Los que hemos trabajado desde hace más de cincuenta años, mejorando cada rincón y cada edificación que es parte de nuestro legado histórico, nos sentimos ultrajados, apabullados y desanimados ante tanta falta de educación, de respeto y de cuidado por nuestra ciudad primada de América.

Este triste suceso debe de servir para llamar la atención de las autoridades encargadas de la vigilancia del casco histórico, el que debe estar custodiado permanentemente, sin excusas pueriles que a nadie convencen.

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