REALIDAD Y FANTASÍA
Los chismes del frutero

María Cristina de Carías
En mi calle, se instala un frutero todos los días, al medio día. Es un personaje interesante, alegre, campechano y lleno de sabiduría. De esa sabiduría que posee el pueblo llano, intuitiva, espontánea y emocional. Naturalmente, Emma, mi devota cocinera, es muy amiga del frutero y sale con frecuencia a echar un palique con Teófilo, al que sus amigos y conocidos llaman “Filo”. Generalmente regresa con unos guineos y, si es temporada, con un sabroso mango. También con un paquete de chismes del entorno y sus alrededores.
Cuando me sirve la comida, empieza a desgranar lo escuchado. Yo siempre he tenido mis sospechas de que ella, en alguna otra encarnación, tuvo que haber sido reportera. Las noticias son variadas y algunas sobrecogedoras. Una trabajadora se lanzó del segundo piso del apartamento vecino, con tan buena suerte que aterrizó sobre un toldo, lastimándose bastante. El toldo quedó bastante malparado, ya que la suicida frustrada era bastante corpulenta. Luego me contó de los amores de la hija del vecino de enfrente, con un calavera que tiene como cuatro novias en el vecindario. Lo malo de esta historia es que la chiquilla está enamorada hasta el tuétano del muchacho y se ha vuelto enemiga de media humanidad, a causa de los rumores que escucha en contra de su amado. Teo también le comentó que el barrio entero está indignado con la abusiva factura de la luz. “Mal de muchos, consuelo de tontos”, pensé para mi coleto.
Luego me obsequió con un trozo de mango como postre y con esto dimos por terminada la sección de chismes.