Fábulas en alta voz
¿Qué será de nuestras emociones ante embestida de la inteligencia artificial?
Hay una ciudad fabulosa donde los seres vivos todavía son más útiles que los descubrimientos “brillantes” que “crean mentes” artificiales para dar órdenes a las personas. Allí saben que, hoy más que nunca el mundo necesita ser comandado por los humanos, no por máquinas amañadas que desplazan la creación divina sin contemplación. En ese lugar, la calidez toma protagonismo por encima de las frías herramientas que buscan dominar el planeta.
Preservación de seres vivos
En esta comunidad de ensueño, están muy lejos de ponerle a la ciencia la vida de los seres vivos en bandeja de plata. Se manejan con fe, creen en lo divino, defienden la perfección de Dios y luchan por multiplicar esas creencias en las nuevas generaciones. Para quienes viven en este lugar, donde la gente sigue siendo necesaria, es imperdonable pretender trastornar la humanidad dándole vida y responsabilidad a un equipo que, hecho por el humano, busca precisamente, sustituir a las personas. No comulgan con el dicho: “fabricando cuchillo para su garganta” y por eso, todo lo que inventan es en pro de fortalecer al ser humano, no para favorecer su destrucción.
Tecnología consciente
Los habitantes de esa ciudad fabulosa se modernizan conforme a los tiempos, pero no comprometen su esencia como seres humanos. Saben que desplazar la mano de obra humana es un golpe mortal a la creación. Allí le temen a la cantidad de personas que pueda ser diagnosticadas con atrofia muscular por inactividad, por no tener nada qué hacer; le tienen fobia a los trastornos psicólogicos que pueden generarse por el ocio; no quieren ni pensar en las enfermedades que pudieran desatarse tras el sedentarismo que trae consigo la sustitución de gente por aparatos.
En nuestra realidad
Enorme es la pena que me da al regresar de aquella ciudad fabulosa y encontrarme con que ya, al menos en esta carrera que muchos amamos, la inteligencia artificial comenzó a desplazar el pensamiento crítico, la investigación ferviente, el contacto con la gente y muchas otras cosas más que le daban vida a esta profesión. Hasta hace poco, todavía decíamos que el periodismo era un sacerdocio, y me pregunto: ¿Cómo lo definirán las máquinas que nos están sacando de circulación? Veo con tristeza cómo los jóvenes se preparan en esta carrera y buscan tener amplios conocimientos de los más modernos avances de la tecnología comunicacional, y sin embargo, y sin exagerar, llegará un momento en que sus muchos estudios, sólo les servirán para manipular un aparato ‘sabelotodo’ que de seguro les mantendrá en el anonimato hasta llevarlos a la extinción. Al menos a mí, y a muchos colegas, nos queda la satisfacción de lo bien que se siente tener contacto con el barrio entre el miedo y la destreza; o tener la oportunidad de entrevistar a una figura famosa y vivir para contarlo, porque hemos tenido el chance de habitar un lugar donde la gente sí era necesaria.