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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Ya el que se comió el hueso no es el que se come la masa

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Hay un dicho popular que reza: “El que se comió el hueso que ahora se coma la masa”. Con esto se quiere hacer notar que, quien en tus tiempos malos estuvo ahí, es quien, por regla, debería estar cuando llegue el momento de la bonanza. Esto funciona cuando la persona es agradecida, si no lo es como sucede ahora con mucha frecuencia, pues esa frase ya no tiene ningún sentido. Ahora podemos ver que hay muchos que, en todos los escenarios de la vida, están “degustando” la masa sin haber visto, ni de lejos, el hueso malo de roer que hubo que “engullirse” hasta ver si llegaba algo mejor.

Casos que lo dicen todo

Susana duró 10 años casada con un hombre al que ayudó a echar hacia delante vendiendo hasta café y té. Cuando su marido progresó, ya ella no era la mujer que lo representaba, y fue a otra que le tocó disfrutar “saborear la masa”. Igual, pero en otro contexto le tocó a Roberto, cuando uno de sus clientes no tenía ni para pagarle, él lo apoyó para que subiera a la cima. Desde que esto pasó, ya el trabajo de este hombre no iba a la par con lo que quería. Otra persona se encargó de seguir construyendo en la zapata que Roberto edificó. Como estos dos, hay muchos otros que retratan perfectamente el desagradecimiento de la gente.

Viaje hacia el agradecimiento

Para quitar un poco el pesar y hasta la rabia que produce este tipo de conducta, invité a Susana y a Roberto a una ciudad fabulosa donde los comunitarios son esclavos de un favor, de un buen gesto y de un espaldarazo recibido por el prójimo. Allí, no cuenta el que seas familia, amigo, vecino, relacionado…, lo que importa son las obras de bien que se hacen. Recibir apoyo en esos momentos difíciles no tiene precio para la persona beneficiada. Tanto es así que, estas acciones se premian cuando llegan esos tiempos de bonanzas. Hay reconocimiento de quién fue que se “comió el hueso” para darle a “disfrutar de la masa”. Es pecado favorecer a alguien que no conoce el sacrificio que hay detrás de ese progreso. Por eso es que, mis convidados estaban tan felices en ese lugar fabuloso, donde pudieron probar el “dulce sabor” del agradecimiento.

Decepción al regresar

Al retornar a su realidad, Susana y Roberto fueron muy honestos, y expresaron que, aunque no querían volver, valió la pena hacerlo para mostrarle a quienes los han decepcionado que, tal vez hoy no se están “comiendo la masa” con quienes vivieron su amarga experiencia, pero sí aprendieron que, a veces es mejor degustar con humildad y honestidad un hueso duro de roer, que disfrutar de una masa que sabemos, puede que en algún momento, cree más sinsabores que el propio hueso.

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