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HISTORIAS DE LA VIDA

El vigilante que pide a gritos ayuda para volver a caminar

Testimonio. Le dio un derrame, tiene un lado ‘muerto’ y varias hernias discales que mantienen sus piernas rígidas, hinchadas y con llagas. Está en cama y pide al presidente Luis Abinader que se apiade de él.

Nelson tiene 59 años y mucho deseo de volver a caminar para ser un hombre útil a la sociedad. Foto: Raúl Asencio / LD

Isidro hace mucho que visita a un amigo con quien trabajó por varios años. El hombre con quien compartía afanes del día a día y hasta escapaditas de entretención, hoy está postrado a una cama. Eso lo lastima y, en la búsqueda de ayuda para Nelson Rosa Rivera, recordó que trabaja en este medio al que podía pedir ayuda para él. “No sé en qué estaba yo pensando, pero ahora es que caigo en cuenta que usted puede ayudarme con el caso de un amigo que tiene serios problemas de salud y ya ni camina”. A su petición, la respuesta fue sí. Él mismo hizo las gestiones para dar con la dirección de la hermana, cerca de donde ahora vive Nelson. 

Hasta con GPS era difícil llegar. Pero bien, ya en la casa del protagonista de esta historia, era inevitable disimular la impresión. Tirado en una cama sin ningún tipo de confort, con sus piernas ‘negrecitas’ del problema circulatorio que tiene, y con llagas, producto del deterioro al que están sometidas, estaba él, sumido en un lamento que acompañó con llanto.

“Ay mírenme cómo es que estoy. No puedo caminar, no se me quita el dolor, tengo un lado muerto por un derrame y tengo varias hernias que están acabando conmigo…”. Se limpia las lágrimas y prosigue: “Yo necesito que me ayuden, quiero volver a ser útil a la sociedad, soy un hombre de trabajo, y mire cómo es que estoy aquí tirado”. Su comentario devastó a los presentes, entre ellos a sus dos amigos, Isidro y Araldo.

Tremenda sorpresa

Se le dejaba desahogarse porque era obvio que necesitaba solicitar ayuda. Lo hizo a gritos. “Yo necesito que el presidente de la República, Luis Abinader, me ayude, no quiero morir en estas condiciones, sin casa, sin dinero siquiera para comprar mi medicina… No tengo nada”. Ese lamento partió el alma.

Para calmarlo un poco y sacarlo de ese trance de angustia, se le preguntó sobre el tipo de trabajo que hacía y dónde lo realizaba, pues insistía en que era un hombre trabajador. “Yo estuve en varias empresas, duré muchos años en Baninter, y trabajé en el Listín como vigilante”. Hubo que interrumpirlo ante la sorpresa de los reporteros cuando dijo quién era. “¡Pero Nelson!, ¿de verdad es usted?”. Se le cuestionó porque no hay ni rastro de ese hombre que ciertamente laboró en este periódico cuando su salud aun no le había jugado una mala pasada.

“Sí, soy yo, siempre estaba en el puesto tres, por la parte de atrás. Yo recuerdo a mucha gente de allá, salí como en el año 2015, y tiempo después fue que comencé a sentirme mal. Me dio un derrame que me dejó un lado muerto, y ahí me descubrieron las hernias, pero no me las han podido operar por los daños que me causó el derrame”. Esto lo aflige y apena aun más a quienes querían conocer su historia sin saber que había un peso antes y después.

Apoyo familiar

Nelson solo tiene un hijo que lo ha hecho abuelo de una nieta que ama, pero a la que no ha podido disfrutar porque no puede pararse de la cama en la que se hace acompañar por un radito a través del cual escucha la palabra. Su hermana Viviana es quien se ocupa de él. Ella vive cerca de la ‘pieza’ que tiene alquilada. Lo poco que recibe es para pagar la casa y algunos medicamentos. Los pañales se los llevan los amigos y la comunidad.

“Sigo vivo porque yo estoy agarrado de Jesús”

“A mí me hacen todo en esta cama, porque hasta bañarme es una lucha, ni en la silla de ruedas puedo estar sentado porque no aguanto el dolor”. Se lamenta Nelson Rosa Rivera cuando ofrece detalles de cómo es su día a día postrado a una cama.

No se supo si la incomodidad que siente en la silla es por lo deteriorada que ésta está o porque su cuerpo ya solo quiere estar en la cama. Su hermana Viviana, quien lo cuida, dejó saber que en la vieja silla es que lo sientan para bañarlo, pero que no sirve ni para eso. Esta realidad es la que, entre lágrimas, la hace pedir ayuda para el hombre que hasta hace unos años se dedicaba a trabajar en cuerpo y alma.

 “Mi hermano necesita una cama ortopédica, necesita una mejor alimentación, medicina, una casita, porque ni esta pieza puede él pagar, bueno, ni nosotros tampoco, porque todos somos pobres”. A esta cita también le agrega: “En realidad, lo que sería bueno es que a él lo examinen bien a ver si hay la posibilidad de operarle las hernias, y quién sabe si puede volver a caminar, que es lo que él quiere y lo que le pedimos al Señor”. Se limpia la cara y lo mira fijo porque en su adentro ella sabe que, aunque para Dios no hay imposible, ya los médicos han dicho que producto de su derrame, no puede ser sometido a la cirugía.

En una ocasión le dijeron que en San Cristóbal había un especialista que podía ayudarlo. “Pero hicimos el viaje allá y no dimos con él”. Lo comentó desalentada. Hoy se enfocan en que al menos su pariente logre vivir en un lugar seguro y adecuado.

Los delincuentes le destruyeron su casita

“Cuando yo trabajaba, poco a poco pude hacer una casita por la Zona Oriental. Los delincuentes se metían cuando yo no estaba. En varias ocasiones traté de hacerle frente, pero, qué va, era una banda y me la destruyeron”. Lo cuenta triste, como también lo estuvo cuando se le preguntó que si tenía esposa: “No, la primera, la mamá de mi hijo, murió, y la segunda me dejó”.

Su cara no disimula su pena. Aunque cualquiera que se ponga en su lugar, haría lo mismo. “También tuvo una pareja que le hizo creer que tenían un hijo, y luego descubrió que no era suyo”. “Oh, Nelson, pues no te ha ido tan bien en el amor”. A esto añadió: “No me ha ido bien en nada, porque mira cómo estoy aquí que no aguanto el dolor en todas partes del cuerpo, sin poder trabajar y sin tener las condiciones para sentirme mejor”. Eso parte el alma.

 A Nelson solo le importa recuperar su salud, volver a caminar si Dios así lo quiere “pero si me toca quedarme en cama, quiero que sea de forma digna”. Así concluye esta entrevista que aprovechó para pedir que una mano amiga se apiade de él y de su familia. De ocho hermanos que eran, solo quedan tres, y es con quienes cuenta para al menos mantenerse vivo, orando y confiado en que alguien se condolerá de su caso. 

Un mes en intensivo

A pesar de que algunos datos Nelson no los tiene tan claros, se auxilia de su hermana para que los aclare y se los recuerde. “Yo duré como un mes y 17 días en Cuidados Intensivos, en el Gautier”. Y cuando lo sacaron de ahí, ¿cuántos días más duró en una habitación normal? “No, me trajeron a mi casa”, respondió. “No, Nelson, recuerda que duraste como 10 días más en una habitación normal porque también cogió una bacteria”. Así lo corrigió doña Viviana. 

Después de ese trance, regresa con su familia, pero ya con más problemas de salud. Sus piernas comenzaron a no responderle. “Las tengo como un palo, rígidas, no puedo moverlas y me duele todo. Sigo vivo porque estoy agarrado de Jesús”. Esto lo dice llorando, y sus ligeros movimientos hablan de su desesperación. 

Recibe una pensión mensual de 6,000 pesos, paga 3,500 de casa y lo que queda es para medicina. La comida se la pasa su hermana, y los pañales, como se dijo, se los da la iglesia, la comunidad y algunos amigos. También deben cubrir los gastos del médico que vaya a la casa para cambiarle la sonda. Todo esto es lo que lo lleva a él y a su familia a implorar por ayuda para tener una mejor calidad de vida. 

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