Una tragicomedia de nueva generación

Mario Vargas Llosa, además de ser premio Nobel, ocupa ahora un sillón en la Academia de la Lengua de Francia. Sin haber escrito nunca en ese idioma, se introdujo en el augusto recinto fundado nada menos que por Voltaire, gracias a ¡Madame Bovary! La obra literaria influyó profundamente en el escritor al liberar en su mente de burgués peruano todos los tabúes que su educación le había impuesto en lo que concierne al amor.

De esta forma, su genio creativo creó novelas de amor en las más diversas formas, libres de las ataduras convencionales.

Su vida personal corrió a la par que su fértil creatividad y pasó por situaciones rocambolescas, desde casarse a los diez y nueve años con una tía política, hasta contraer matrimonio luego con una prima de la tía y a la vez prima suya.

Este matrimonio fructificó en tres retoños y siguió con altas y bajas durante cincuenta años. Luego, el Nobel se tropezó con Isabel Preysler, la filipina reina de corazones en España y mandó al traste los cincuenta años de convivencia conyugal.

Una serie de artículos titulados Los vientos, en los que critica la velocidad de los medios de comunicación contemporáneos y el secuestro que estos han hecho del individuo, provocando que la cultura ya no se aloje en los teatros, salas de conciertos, museos y bibliotecas, sino en el ciberespacio, suscitó la ira de la diva de corazones. El autor de La fiesta del Chivo no tuvo más remedio que empacar sus bártulos y dirigirse a su antiguo apartamento. Eso sí, de paso reconquistó a Patricia, su exmujer, y, con los retoños, se fueron a París para coronar esta tragicomedia ¡en el recinto de Voltaire!