“La palabra se hizo carne” (Jn 1, 14)

Hay en San Juan un tema fundamental: Jesús es el enviado de Dios. Se trata por tanto, de su persona, de su misión, origen y destino, de la actitud de los hombres ante El; los detalles carecen de valor propio, adquieren significado solo en relación con el tema central. San Juan se opone al dualismo gnóstico espíritu –materia como representantes del bien y el mal, el, las aplica a un dualismo ético no físico; la perdición se debe no a la materia, sino a la decisión personal de alejarse del Creador. Vida y muerte dependen de la libre opción entre fe e incredibilidad. La venida del Mesías hace caducar la religión judía, las purificaciones rituales, el templo, el sábado, la interpretación rabínica de la Escritura, la espiritualidad basada en las obras y los antiguos símbolos que se cumplen en el (maná, agua, luz, templo y altar) de los que Jesús se distancia.

El Mensaje y la exigencia de Dios, la palabra eterna encarnada, es Jesús, es el amor leal, sin fallo, entre los hombres, como el que Dios ha mostrado a la humanidad (1,14)

De ahí la insistencia de Juan sobre la humanidad de Jesús. Quien se desentiende del Jesús terrestre no es cristiano, pues, su vida en el mundo es el mensaje; vivir como él vivió es la norma del cristianismo y el único mandamiento. (Tomado de la Biblia de Schockel & Mateos)

Así que la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria – la gloria que un hijo único recibe de su padre – plenitud de amor y lealtad.

Este pasaje siempre me llama la atención porque nos enseña a un Jesús más humano y en medio de nosotros, siendo nuestro ejemplo de vida para todos los que hemos de pasar en la cotidianidad.

Todo el prólogo de Juan es precioso y revela una espiritualidad poco común en esa época, entre hombres rudos y pescadores; y demuestra el corazón del discípulo amado por Jesús. ¡Amén!