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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Más que un excelente médico, una gran persona

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Todavía me niego a creer que se fue para siempre. No proceso la noticia que recibí el pasado domingo de que el doctor José Silié Ruiz había partido a los brazos del Señor. Mi corazón se detuvo, mi alma se partió en mil pedazos y mis ojos no pudieron contener el llanto ante esta triste realidad. Su sonrisa está grabada en mi mente, su voz suave y cariñosa la escucho como si estuviera hablando con él, y los recuerdos que tengo como prueba de su don de gente sé que serán imborrables.

Escapando del duelo

Para apartarme del dolor que causa la muerte de una persona tan querida, decidí irme a una ciudad fabulosa donde los seres humanos de esa categoría son eternos. Allí no hay dolor, no hay miedos, no hay temor a peder a esa persona que siempre está y que pone sus conocimientos al servicio de los demás. Mucho menos hay temor de ver partir a quien tanto amas y a quien tanto te ama como era el caso del doctor Silié que, así como brindaba afectos, los recibía multiplicados por ser esa persona extraordinaria y pocas veces conocida.

No se ha ido

El descanso eterno en esta ciudad fabulosa no tiene nada que ver con la desaparición física ni espiritual de alguien. Se limita a los años. Ya cuando alguien que ha obrado de manera pulcra y servicial llega a cierta edad, tiene un espacio de paz, de quietud y de descanso, pero al alcance de todos. Puedes ir a verle, tocarle, hablarle, consultarle, darle muestras de cariño y recibirlas. La recompensa es cero sufimiento para esa persona. Todo es deleite y disfrute por haber hecho de su misión la mejor imitación a la bondad divina. Claro, nadie es perfecto y eso también se toma en cuenta, pero cuando se actúa sirviendo al prójimo cualquier error, se pasa por alto.

El mayor reconocimiento

Tristemente regresé de aquella ciudad fabulosa y me encontré con la realidad de que todo el que conoció al doctor Silié hoy llora y lamenta su partida. Porque no solo se ha ido un grande de la medicia, sino un ser humano maravilloso, que en sus pacientes no veía la posibilidad de aumentar sus ingresos, sino la satisfacción de devolverles la salud a ellos y a su familia. No conoció las ínfulas de grandeza que algunas personas con sus conocimientos y reconocimietos pueden tener. Las muestras más puras de humildad las dejaba sentir cuando atendía al pobre y al rico de la misma manera. Cuando no escatimaba esfuerzos a la hora de buscar solución a los casos que le competían. Cuando solo decía: “Mándalo para acá y olvídate del resto”. Esto haciendo alusión a la petición de que atendiera a alguien que no contaba con los recursos para pagar los servicios de salud y de buen trato que siempre dio. Por eso es que entiendo que la mayor distinción que recibió mi amado doctor Silié fue el respeto y afecto que todos le dimos en vida.

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