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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Un bachillerato inolvidable

Marta Quéliz

Marta Quéliz

¡Comiencen a sacar cálculos! Les quiero contar en esta columna que conservo una hermosa amistad con algunos de mis compañeros de bachillerato. Poco que mucho, a Dania y a Eli nunca las he dejado de ver. Pero desde hace un buen tiempo, me he reencontrado con muchos otros de los que estudiábamos juntos en esa época inolvidable. La tecnología ha estado a nuestro favor y ya llevamos unos cuantos añitos juntándonos todos los años. ¿Que si se disfruta? No hay palabras para explicarlo.

Para no enfriarnos

Este año, la fecha indicada para nuestro esperado encuentro era el día cuatro de este mes de noviembre. Desde temprano comenzamos a “calentar los motores”, pero la lluvia y posteriores inundaciones de ese trágico viernes nos tocaron las emociones, obligándonos a cambiarlo para la siguiente semana, no fuera a ser cosa que después nos enfriáramos. Sin mucho “cacareo” llegó la hora que nos prometía transportarnos a aquella ciudad fabulosa donde estudiamos la secundaria.

Marcando territorio

Felix Encarnación fue el primero en llegar y “cercar” el punto del restaurante donde habría de sentarse el grupo. Esta servidora fue la segunda. José Valdez llegó luego, casi junto con María. Entre conversaciones y risas esperamos a los demás. A Andrés le tocó “conchar” y fue mandando fotos de su ruta. Tuvo que cargar con Alberto, Dania, Andrea y Deyanira. O sea, llegaron en “manada” y más “gozosos” no podían estar. Trini se unió minutos después con el carisma que la caracteriza. Otros tenían válidas excusas para ausentarse. Ya completo los que confirmamos, nos enrumbamos en un viaje hacia el pasado que siempre es refrescante.

Entre anécdotas y risas

Valdez, como siempre muy conversador, tomaba largos turnos para tratar los temas, hasta que, con sus ocurrencias, como siempre, Deyanira le dijo: “Pero nada más quieres tocar la guitarra tú solo, préstamela a mí”. La risa no pudo aguantarse y, en efecto, lo paró en seco. Parecíamos gallaretas. Queríamos hablar todos a la vez. Era como queriendo ponernos al día en poco tiempo. Unos traían anécdotas de nuestro inolvidable bachillerato, otros temas políticos, de pelota, mecánica, construcción, linguística y cuántas cosas salieran a colación. La idea era pasarla bien, y lo logramos.

Casi nos sacan

Lo que era para durar un par de horas, se convirtió en un momento al que no queríamos ponerle tiempo de caducidad. Nos sentíamos como en una ciudad fabulosa recordando lo sana de aquella etapa cuando siendo estudiantes asumíamos la responsabilidad de cumplir con nuestros compromisos sin dejar de ser jóvenes, pero sí con la madurez de que con esta base de estudios íbamos a poder lograr ser personas productivas y de bien para nuestra sociedad. Ya casi todos tenemos nietos, pero sobre todo, tenemos la convicción de que estos “juntes” son los que favorecen vivir una vida plena a base de recuerdos inolvidables.

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