“Mujer maravilla”

¡Mi ‘má’, espero que tu historia de triunfo dé la vuelta al mundo!

Aporte. Anadel Alberti, hija de Carmen Rosa Sahdalá de Alberti, relata cómo su madre le ha ganado la batalla al cáncer de mamas en dos ocasiones, y lo hace para llamar la atención de que otras mujeres busquen la detección temprana.

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A la corta edad de 36 años la mujer más importante de mi vida fue diagnosticada con la temida enfermedad de cáncer de seno. “Es un cáncer agresivo”, le dijeron. Con valor se hizo la mastectomía y no permitió que esta enfermedad tomara el control de su vida. Así que, siendo octubre el Mes de Concienciación Contra el Cáncer de Mama, les dejo esta entrevista a mi madre, Carmen Rosa Sahdalá de Alberti, mi fuente de inspiración, mi roca, mi mujer maravilla.

¿En qué momento particular de tu vida te encontrabas cuando te enteraste de que tenías cáncer?

Fue en febrero de 1988. Yo solía hacerme el autoexamen de mamas todos los meses y en esa ocasión sentí algo diferente en mi seno izquierdo. No perdí tiempo y al día siguiente visité a mi ginecólogo y él, después de examinarme, me remitió donde el oncólogo. Supe que algo no andaba bien. Cuando el oncólogo me hizo la punción confirmó que era necesario operarme, tras detectar una masa detrás del pezón.

En esa misma semana me fui a Puerto Rico y allí me recibió un ángel que Dios puso en mi camino, el doctor Luis Vallecillo, quien confirmó el diagnóstico y dispuso mi operación para dos días después. Tenía 36 años, cumpliría los 37 en mayo, tres hijos pequeños de 8, 6 y 4 años respectivamente, y mi compañero de vida, quien fue desde el primer momento mi gran apoyo, además de mi fe en Dios. No niego que fue un momento sumamente difícil y doloroso, pero me repuse y decidí vivir.

¿Con quién estabas cuando recibiste la noticia?

Cuando recibí el primer diagnóstico en Santo Domingo estaba con tu papá, Herminio. Luego, cuando me fui a Puerto Rico, acudí al doctor Vallecillo con tía Nelly y tu papá, que se fue para estar conmigo en mi operación el viernes de esa misma semana, el 12 de febrero de 1988.

Tanto mis hermanos como yo estábamos muy pequeños cuando te diagnosticaron por primera vez. ¿qué pasó por tu mente cuando te dieron esos primeros resultados?

Cuando me comunicaron que tenía cáncer de seno, lo primero que vino a mi mente fue: “¿Y ahora, qué hago? ¿Qué me espera?”.

Me dije: “Soy una mujer joven, feliz en mi matrimonio, con unos hijos maravillosos que recién inician el camino por la vida; profesionalmente realizada, pues laboraba en el Colegio Santo Domingo y estaba muy contenta con mis alumnas y compañeros de trabajo”.

Pensé, sobre todo, en ustedes, mis niños y, en ese momento que tenía en el que luchar con todas mis fuerzas para vencer la enfermedad, con la ayuda de Dios. Nunca pensé que eso era una sentencia de muerte y pregunté qué había que hacer y que no quería perder tiempo.

Cosa curiosa, más que pensar en mí, pensé en ustedes. Decidí que iba a vivir y le entregué de manera absoluta, mi quebranto a las manos sanadoras del Señor. Desde ese momento me dispuse a hacer todo lo que el doctor Vallecillo me sugería y confié plenamente en su sabiduría, su gran humanidad y su gran profesionalidad. Por un momento, me sentí devastada como es lo normal tras recibir una noticia de este tipo; pero, ese sentimiento no duró mucho, porque decidí que había que enfrentar esto con todas las fuerzas y las ganas posibles. En ese momento decidí no optar por la reconstrucción, pues me importaba más eliminar todo rastro de cáncer. Reconozco que para cualquier mujer es muy duro enfrentarse a la mutilación de una parte de su cuerpo, pero es una decisión muy personal y, como tal, debe ser respetada, tanto cuando se elige la no reconstrucción como cuando la persona recurre a ella. Para ambas cosas, hay que estar psicológicamente preparada y, por lo tanto, fue una elección que tomé desde mi primera intervención, con el apoyo total e incondicional de tu padre, quien me acompañó emocionalmente en todo momento.

Fuiste y siempre has sido una mujer luchadora, llena de virtudes y fortaleza. ¿qué sentiste cuando te diagnosticaron por segunda vez? ¿fue en el mismo lugar? ¿cómo lograste mantener la compostura frente a nosotros?

Después de haberme practicado una mastectomía radical modificada del lado izquierdo y haber superado todo el proceso, cumplí con mis chequeos de manera constante y sin faltar a ninguna de mis citas médicas. En esa primera ocasión, gracias a que fui detectada en etapa temprana y que el tumor estaba in-situ (localizado) y no tenía ningún ganglio axilar comprometido, no fue necesario darme ningún tratamiento posterior. Sin embargo, nueve años después, en 1997, en mi chequeo anual me fue detectado un nódulo en la cicatriz de la mastectomía. Como era superficial, no interno, me practicaron una operación para extirparlo y fue ambulatoria. Pero, al ser recurrencia, era mandatorio darme quimioterapia y radioterapia.

Fue muy duro para mí, pues creía que ya todo estaba superado y este nuevo diagnóstico me replanteó todo. Cuando el doctor Vallecillo me dio la noticia, no olvido que se paró de su escritorio, me abrazó y lloró conmigo. Pero, al mismo tiempo, me aseguró que todo iba a estar bien, pues lo bueno era que estaba interiormente libre de células cancerígenas.

Mantener la compostura frente a ustedes, paradójicamente, fue duro y fue fácil. Fue duro porque tendría que estar mucho tiempo lejos de ustedes y tendría que estar viajando continuamente para los tratamientos y, en ese año, había eventos importantes que no quería perderme: la “Noche de Honores” y la graduación de Marinelly, tu hermana mayor. Y, fue fácil porque ya ustedes estaban más grandes y entendían mi enfermedad.

Al principio, viajaba cada 21 días para las sesiones de quimioterapia y, luego, fue más incómodo pues viajaba a darme radiación los domingos en la tarde y regresaba los viernes en la noche. Me propuse que mi quebranto no interfiriera con el discurrir normal de sus vidas, pues contaba con el apoyo de tu papá, de tus tías Hilda y Carmen y ustedes estaban bien cuidados y queridos por nuestra entrañable Yoma, tu nana. Creo que fue muy positivo confiar en todos ellos, pues nada de esto los afectó negativamente en su desempeño escolar ni en sus actividades cotidianas. Fue fundamental en todo momento el cariño y el apoyo de mis queridos hermanos Mari, Zaidy y Víctor Manuel.

Ustedes me dieron la fuerza para seguir adelante y me premiaron con excelentes notas escolares y con su comportamiento maduro y responsable durante todo el proceso. ¡Me sentía enormemente bendecida!

¿Cómo es tu vida ahora?

Mi vida ahora es más plena. Siempre fui una persona introvertida, reflexiva y muy realista. Sigo siendo igual, pero valoro mucho más las cosas verdaderamente importantes: la familia, los amigos, la naturaleza, y me propuse ayudar a las personas que estuvieran pasando por lo mismo. No importa si conozco o no a la persona, le sugiero cómo enfrentar las distintas etapas de la enfermedad y trato de animarla, infundiéndole optimismo y esperanza.

Se que tus familiares y amigos han sido muy importantes en tu vida. ¿qué fue lo que más te ayudó del apoyo recibido durante la batalla contra el cáncer?

Lo que más me ayudó durante la batalla contra el cáncer fue, en primer lugar, la fe. Confié plenamente en que Dios intervendría en mi sanación y así fue.

El apoyo recibido de tu padre fue primordial; lo mismo que el cariño y la acogida de mis tíos Nelly y Mario. Sin olvidar tampoco el amor incondicional de ustedes y la solidaridad de mis hermanos, familiares, amigos y de mis entrañables alumnas, quienes oraban diariamente en el colegio por mi salud.

Como anécdota, recuerdo que, para mi primera intervención, cuando desperté en la mañana del 14 de febrero, encontré toda la habitación del hospital llena de corazones rojos en las paredes, obsequio de tu papá, por el día del amor y la amistad. También, me entregaron cartas escritas por todas mis alumnas, las que conservo, dándome ánimo y externándome su cariño.

En esos momentos, eso es lo invaluable: saber que estás siendo acompañada en la cercanía y en la lejanía. Definitivamente, el amor sana.

¿Cuál fue la lección más grande?

La lección aprendida de todo eso fue que la vida nos fue dada, pero que podemos perderla en cualquier momento. Que lo importante es vivirla, minuto a minuto y en compañía de las personas que realmente significan algo para ti.

Enfrentar el día a día con optimismo, agradecer por las bendiciones recibidas, aprender a perdonar y, sobre todo, confiar en el poder infinito de Dios. Esto último, tuvo su máxima manifestación en mi vida a través del inolvidable padre Emiliano Tardiff, quien fue instrumento divino, para transmitirme sanación en una misa donde tuve un encuentro directo con él, en pleno período de mis tratamientos, y quien puso sus manos sobre mis hombros, unió su frente con la mía, inundándome de un calor indescriptible, y sentí el maravilloso regalo de la sanación del Altísimo. Desde ese día, mi salud mejoró y mi vida cambió; cuando viajé a darme tratamiento, recibí la maravillosa noticia de que sería el último, pues me encontraba increíblemente bien.

¿Qué consejos le das a las mujeres que están pasando por esta enfermedad?

Aconsejar a las mujeres que están pasando por esta enfermedad a veces se hace un poco difícil, pues no todas están en la misma situación ni nivel de quebranto, pero sí les sugiero que, ante todo, se visualicen sanas, que adopten una actitud positiva y de colaboración, que descarten los pensamientos negativos, pues esto es una batalla y hay que luchar para vencer.

No es fácil, pero se puede lograr.

Confiar en Dios, en sus médicos y abrirse a los demás para evitar la depresión y el desaliento

No temer hablar de tu padecimiento; eso alivia

Cuidar más el cuerpo, en cuanto a lo que comemos, y a ejercitarnos

En la vida todo pasa y esto es una etapa más que debe ser vivida y ser superada y, para eso, debemos enfocarnos en la recuperación y en la esperanza de la sanación. Recomiendo también, recurrir a la meditación y a la introspección para lograr un estado de bienestar pleno.

Tu consejo a todas las mujeres que nos están leyendo

En primer lugar, es sumamente importante la prevención, el chequeo periódico y la realización del autoexamen.

Cada vez son más jóvenes las mujeres a quienes se les detecta cáncer de mamas, por lo que visitar al médico anualmente es innegociable. La vida es un regalo divino y debemos cuidar de ella siempre y con responsabilidad.

Si es que son detectadas con la enfermedad, mi sugerencia es que se actúe inmediatamente, pues el tiempo es valioso para lograr detener el curso de la enfermedad. Mientras más temprano se detecte y se trate, más posibilidades hay de supervivencia.

Agradecer todos los días por la salud, si disfrutamos de ella y enfrentar con optimismo y valentía la batalla si esta llega a nuestras vidas.

Llenar su vida de propósitos y enfocarse en las cosas verdaderamente sencillas e importantes, olvidarse de lo superfluo y dedicarnos a vivir con plenitud, humildad, alegría y esperanza.

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Este es mi mensaje para ti querida madre: Durante tus momentos más retadores seguiste siendo la mejor madre, esposa, hermana y maestra de todos. Saliste vencedora de esa dura batalla y aun siendo diagnosticada una segunda vez no permitiste que esto te derrotara. Me acuerdo como ahora nuestras visitas a Puerto Rico mientras te daban Quimio y Radioterapia…salías de ese hospital y no nos demostrabas ni la más mínima señal de debilidad ni derrota. Decías “vamos a Plaza a caminar” Una vez más venciste la enfermedad y desde entonces has sido inspiración para muchas personas que se han visto y se ven afectadas por cualquier tipo de cáncer. Eres una luchadora. Tu fe y espíritu de vida nos sirve de motor a todos los que tenemos la dicha de ser parte de tu vida. Creo que con este mensaje hablo también por mis hermanos Mari y José y por “pá”. Te amamos.

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