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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Según el cristal...

Marta Quéliz

Marta Quéliz

A veces creemos que el día ha rendido por más de las 24 horas que tiene. Hay dos razones par verlo así: una, porque nos permite hacer más tareas de las que por lo regular realizamos, y otra, porque no se tiene nada pendiente, en pocas palabras, por la holgazanería. Hace unos días escuché sin querer a dos personas conversar sobre las tantas cosas es capaz de hacer en un día. Se comparaba con otra personas, que presumo era su hijo, porque hablaba “de ese muchacho”, y decía que se pasa el santo día “vagando”.

En otro ambiente

No había forma de que quienes estábamos cerca de ellos, no escucháramos su “escandalosa” conversación. Decidí prestar atención y analizar un poco esto, que sé le pasa a muchos, sobre todo a algunos padres que quieren que sus hijos hagan algo diferente a tener un teléfono en las manos todo el día. Aunque no conozco a esas personas, decidí hacer un viaje con ellas y ver qué tal funcionan las cosas en una ciudad fabulosa. No se negaron a acompañarme y allí llegamos. Para sorpresa nuestra, a nuestro arribo vimos a un padre acompañado por su hijo. Juntos llevaban en las manos las herramientas de trabajo para, en sus vacaciones, el joven ayudar a su progenitor y a la vez, sacarle provecho al tiempo.

Maravillados y sorprendidos

A cada paso que dábamos, veíamos madres y padres que se hacían acompañar por sus hijos e hijas ya sea para mostrarle lo mucho que rinde un día si se le saca provecho, no solo trabajando, sino también recreándose de manera más saludable. Los parques repletos de niños y niñas ejercitándose, las calles exhibiendo a grupos que salen y entran a trabajar, según sus horarios; en las casas todos unidos para hacer los quehaceres pendientes, y por supuesto, en cada lugar, una felicidad que brota en cada rostro porque allí se le saca partido al tiempo por la cantidad de cosas productivas que realizan, no por las horas que se desperdician.

Un ejemplo fabuloso

Lo más impactante que vivimos durante ese viaje, fue ver que desde pequeñitos, los menores aprender de sus padres y de sus madres sobre la importancia que tiene realizar tareas que nos sumen para toda la vida, no mientras estemos chiquitos, jóvenes o adultos, sino para siempre. En aquel lugar fabuloso están claros en que no es encerrados en un cuarto con un videojuego o con un teléfono en las manos todo el día que vamos a cambiar las cosas y hacer que pasen. Es con una buena actitud, con decisión, con entrega, con esmero… No es hablando a otra persona de nuestros hijos. Eso no sirve, también habla de nosotros. Es dándoles un buen ejemplo, y hacerlos ver la vida con un cristal más claro, transparente y real.

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