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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Daniel Enrique

Marta Quéliz

Marta Quéliz

El pasado día ocho de julio se convirtió en el día más bello para una familia que anhelaba con ansias la llegada de su amado Daniel Enrique. Ese angelito vino al mundo sin darse cuenta de que sobre su pequeñito cuerpo le habían puesto la responsabilidad de alegrar el corazón de varias personas. Tal vez no sea justo poner ese peso sobre sus hombros, pero definitivamente, solo ver su carita es suficiente para tener otra perspectiva de la vida, y darse cuenta de que ser portador de felicidad no requiere de tamaño, de libras, de años…, solo de esa ternura que es capaz de transmitir un niño.

El más esperado

Varios familiares de ambos lados de los padres tomaron ese viernes como si fuera un día libre. Todos se dedicaron a darle seguimiento a la labor de parto de Deborah. Cientos de mensajes por WhatsApp, llamadas a todos los celulares de quienes estaban de cuerpo presente, y muestras de afecto y emociones fue lo que se vivió durante la dulce espera de Daniel. ¡Por fin! Nació el más esperado y la mezcla de sentimientos afloró en la clínica y cada una de las casas u otros lugares dentro y fuera del país donde daban seguimiento a su llegada. Más alegría no podía haber.

Una madre valiente

Las 14 horas de dolor, de angustia y de espera quedaron borradas en la mente de Deborah al ver que el Todopoderoso le había traído el milagro más hermoso que Él puede dar. Un Manuel Enrique emocionado y sensible no paraba de dar gracias a Dios por permitirle disfrutar de lo más bello que un ser humano puede experimentar: tener un hijo. Todo giraba en torno al niño y a una madre que dio más de lo que pudo para traer al mundo a un pequeño que vino para llenar de colores, de risas y felicidad a los cientos de familiares que tiene. La lista es larga por dondequiera que la sumen.

Una ciudad fabulosa

Este bebé ha sido el encargado de hacer que muchos vivamos como en un lugar fabuloso, donde se camina por las nubes, se respira aire puro, no existen los problemas, no hay preocupaciones, no hay desigualdad, solo corazones grandes, inmensos para amarlo hasta desde el más allá donde él tiene ángeles que lo cuidan y lo aman con el permiso de Dios. Sencillamente, este niño ha llegado para convertir nuestro hábitat en ese sitio de ensueño que promete hacernos vivir por siempre en la más hermosa ciudad fabulosa. ¡Bienvenido, Daniel Enrique!

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