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FÁBULAS EN ALTA VOZ

La comida nunca llegó

Marta Quéliz

Marta Quéliz

No sé a qué atribuirle el “desabrimiento” que tienen algunas personas de las que prestan servicio en determinados restaurantes. Ya no veo a ese camarero entregado y decidido a complacer a sus comensales. No veo a esos que nos hacían sentir como en una ciudad fabulosa, donde desde que llegas te prestan la debida atención, no solo porque de la clientela depende su trabajo, sino por la hospitalidad que define al dominicano. He ido observando este comportamiento apático de un tiempo para acá. Es más, he consultado a otras personas a ver si soy yo que tengo una percepción equivocada. Tristemente, muchos me han dicho que, en efecto, han notado este comportamiento. Pregunté, porque no quería apresurarme a contar una de mis experiencias. Sin embargo, precisamente el Día de las Madres, el trato recibido en uno de estos establecimientos, le puso la tapa al pomo. Si no lo vivo en carne propia, de verdad que, fuera difícil creerlo. La comida que pedimos un poco pasado de las 12:00 del mediodía, a las 3:00 y pico de la tarde, no estaba lista.

¿Deficiencia de personal o irrespeto?

Elija usted la respuesta cuando le cuente. Sucede que lo que comenzó como un bello gesto por parte de nuestros hijos para mí y mis cuatro hermanas, terminó en un desagradable momento. Una de mis sobrinas llegó antes de las 12:00 para garantizar una mesa grande. Éramos 19 personas. Nos tomaron el pedido de las bebidas y nos pusieron unos cuantos servicios de panes. Llegó el momento de ordenar y se concluyó con ello. Pasada casi una hora, llega el gerente con el mozo y nos informa que quienes pidieron filete, debían pedir otra cosa porque se agotó, siendo nosotros de los primeros en llegar. La dejamos pasar. El tiempo transcurría y nada. Preguntamos que si estaban listos los platos de quienes habían pedido de lo que sí había. “No, sale todo junto”. Al rato va el gerente y dice que entre 8 o 10 minutos estaba lista la “comanda” porque nosotros éramos muchos y además pedimos platos con mucha proteína. No me gusta juzgar, pero sí puedo asegurar que había favoritismo. Nuevos clientes llegaban y eran atendidos. Para no cansarles la historia, una pizza que se pidió para compartir en lo que llegaba la comida, la llevaron a la mesa dos horas y media después, y para colmo, como un hielo. Eran pasadas las 3:00 de la tarde cuando tomamos la decisión de irnos porque la comida nunca llegó, y cuando el gerente me preguntó que si nos íbamos, le dije que sí y me dijo textualmente: “Está bien, váyanse”. Así lo hicimos, nos fuimos decididos a nunca más visitar La Locanda, de la Núñez de Cáceres. En los otros restaurantes de la firma, nunca habíamos recibido ese trato. Esto lo escribo no para criticar, sino para que ellos y otros que tengan esa deficiencia mejoren sus atenciones y puedan brindar un servicio a sus clientes, como si estuvieran en una ciudad fabulosa.

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