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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Las madres de hoy y las de ayer

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Doña Gertrudis es una fiel lectora de esta columna. En varias ocasiones me lo ha hecho saber. Llamó al periódico para mostrar su inquietud ante un tema que, admite, le preocupa. “Marta, yo quiero que escribas un tema en las fábulas. Es sobre las madres, ahora que se acerca el día de nosotras. Veo que ya no es lo mismo que antes”. La respuesta fue que sí, que la vamos a complacer, pero se le hizo la pregunta: ¿Sabe usted dónde está la diferencia? Ella respondió que sí, que algunas de las de ahora “andan en competencia con sus propias hijas”. No emití ningún juicio porque es su percepción, pero sí la trasladé a un viaje por el tiempo. Llegó a una ciudad fabulosa donde existe ese esquema materno que ella añora.

Viviendo en sus años

Una vez en el lugar, doña Gertrudis comenzó a explorar a las familias que conforman esa comunidad. Notó que, en efecto, hay una gran diferencia entre quién es la madre y quién la hija. Las señoras tienen un comportamiento ajustado a su edad, y las hijas el propio. En cuestión de vestimenta, la madre anda con una ropa formal, que deja claro que es toda una señora. La hija luce más fresca y sigue el ejemplo de su mamá para cuando le toque ese papel.

Sin aires de conquista

Una vez les toca ser madres, las mujeres de esta ciudad fabulosa, hasta caminando muestran que son personas que deben servir de ejemplo para sus hijos, sobre todo, sus hijas. Nada de andar “tongoneándose” para que las miren. El recato es lo que manda su estatus, aun no esté casada, pues lo que cuenta es que, al convertirse en mamá, ya se debe a sus hijos. No puede bajo ningún concepto, competir con sus hijas. Al ver este comportamiento, doña Gertrudis se muestra feliz, porque desde su óptica, no importa cómo cambien los tiempos, el respeto debe mantenerse.

Un triste regreso

No quería volver a esta realidad, pero al menos ha quedado complacida, pues sabe que, todo eso ha quedado atrás porque el mundo cambió, y la mujer es parte de ese cambio. Así que, desde esta columna que tanto lee, le decimos que, no es la vestimenta ni la modernidad la que hace que una mujer sea buena o no tan buena madre. Es el respeto que muestra a sus hijos, es la confianza que les genera, es la comunicación que establece entre ambos, es el amor, el cuidado y la protección que les dispensa, pero, sobre todo, es la enseñanza que les da de que aprendan a volar con sus propias alas, no importa en qué época los críe. Feliz Día de las Madres.

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