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FÁBULAS EN ALTA VOZ

La identidad con y sin mascarilla

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Después que quedó sin efecto el uso de mascarillas o al menos, se dejó a opción de cada quién, me ha sorprendido sobremanera la cantidad de personas que conocí en pandemia y que ahora he visto sin el tapaboca y no le he reconocido. Esto me ha llevado a convencerme de que con o sin ella, podemos confundirnos de dos maneras: no reconocer a quien conocemos cuando la tiene puesta, y no identificar a quienes conocimos con ella una vez se la quita.

Pura curiosidad

Traigo el tema a colación porque esa experiencia me ha llevado a entender cuán importante son nuestros rasgos para lograr esa conexión que necesita toda relación entre las personas. Con la mascarilla solo vemos los ojos, que como bien se dice, son ‘el espejo del alma’, pero, ¿son solo ellos los que muestran lo que somos y lo hacemos a través de los gestos? De ninguna manera, más aun en República Dominicana, donde la comunicación se da hasta con un retorcido de boca. Pura curiosidad mía, pero realmente, creo que a muchos nos ha pasado después de la pandemia por el Covid-19 que, a quienes conocimos con su mascarilla, cuando le hemos visto sin ella, no creemos que se trata de la misma persona.

Me dio vergüenza

“Hola, Marta”, me dijo alguien hace unos días. Por supuesto le saludé, y traté de que no notara que no sabía de quién se trataba. Por suerte, su voz y algo que mencionó, me hicieron recordar de quién se trataba. Aunque no lo crean, es alguien con quien había compartido muchísimo durante el pasado año, pero solo le veía los ojos. Cuando le descubrí su cara completa, para nada me hacía sentido que se trataba de ese alguien. Sentí que estaba frente a otra persona. Fue ahí que me dije: “Pero qué daño ha hecho la mascarilla a la identidad física de la gente”. Que ha sido la mejor arma para evitar el contagio del virus, es cierto, pero ha afectado mucho nuestras relaciones con los demás.

“Uno no se conoce con esta cosa”

Eso también me ha pasado, y sé que a ustedes por igual. Me he tenido que quitar la mascarilla o ver cómo algunos amigos lo han hecho cuando no nos reconocemos con ella puesta. “Uno no se conoce con esta cosa puesta”, me dijo en una ocasión una amiga muy querida que sí reconocí, pero ella a mí no. “¡Ay Martita, cuánto tiempo, ¡qué bueno vernos!”. Es decir, que estuve a punto de perderme de este saludo tan especial, de una corta, pero alentadora conversación por culpa de la bendita mascarilla, la que todavía uso y ojalá ustedes también, porque el Covid no se ha ido, sigue entre nosotros y debemos cuidarnos aun tapemos nuestra identidad.

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