EN LA CIUDAD COLONIAL
Frente al romántico Alcázar, el surrealismo de Tovar
Son las 10:30 de la mañana cuando con Laura Olivo, subeditora de la revista Aldaba, llego a la Plaza de España, en la Ciudad Colonial. En esta explanada de unos 150 metros de norte a sur contemplamos de frente el severo pero romántico Palacio Virreinal de Don Diego Colón: el Alcázar. A nuestra derecha, una gran carpa negra. Aloja una exposición inmersiva de arte: ‘Tovar, Surrealismo Vivo’. Entre ambas construcciones el contraste no puede ser más radical. Allí, la arquitectura impresionante del reconstruido alcázar, donde españoles e indios a menudo se reunían de maneras cordial. Aquí, junto a nosotras, una carpa temporal donde residentes y turistas, tanto del interior del país como extranjeros, se sumergen en el mundo de este artista, pintor y escultor de amplia proyección internacional. Es que el ayer del Alcázar y el hoy de Tovar se dan de la mano para hacer de la Ciudad Colonial un imán de atracciones.
‘Hasta las once no empieza la función’, dice una empleada cuando entramos a la carpa. Pero, agrega, pueden comprar los boletos ahora y venir diez minutos antes de la función. Al acercarnos a la taquilla un joven pregunta mi edad. Le miro recelosa hasta que explica, ‘Los mayores de 65 años pagan 100 pesos’. También pagan 100 pesos los niños y los estudiantes. Para los adultos el precio es de 250 pesos.
Con el fin de hacer hora decidimos tomar un café espresso (el mío descafeínado). Subimos los escalones de la plaza hacia los cafés y restaurantes que la rodean. En el primero no hay descafeinado. En el segundo tienen, pero están limpiando. No han abierto todavía. El tercero es el Pata e’ Palo. Aquí sí tienen y está abierto. Tras un rato volvemos a la carpa. En la antesala hay una exposición de pinturas y esculturas de Tovar, amén de escritos sobre su vida. A la entrada de la sala central una empleada entrega un cojín a cada visitante. Es que apenas hay bancos para sentarse. El cojín es para tirarlo al suelo. Pero tenemos suerte. Hay un banco libre. El público que va llegando se sienta sobre el cojín en el suelo. Como el banco es duro, me viene bien.
Experiencia
En esta experiencia audiovisual las obras de Iván Tovar adquieren movimiento. Se contorsionan… Se alargan… Una voz recita un poema. Otra cuenta una historia. En esa sucesión de imágenes la tecnología produce efectos a cuál más intenso: desde los cuadros caen pétalos de flores a nuestros pies; se escucha el murmullo de la lluvia mientras contra el suelo, delante de nosotras y en todo el entorno, van chocando las gotas de agua… ¡Es todo un espectáculo! Laura les toma fotos.
Charla. Terminado el espectáculo audiovisual, los asistentes tienen la oportunidad de asistir, en otra sala, a una charla sobre Iván Tovar. En nuestro caso no fuimos.