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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Ya de santa no tiene nada

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Recuerdo que en mi niñez, por allá por La Sabina de Constanza, desde que llegaba la Semana Santa ya no nos podíamos casi ni mover. El Jueves Santo, nuestra querida y entrañable Suna dejaba preparado todo lo que íbamos a comer porque el Viernes Santo era sagrado. Nos ponía a majar el ajo, a desgranar guandules, y en fin, se hacían todos los oficios pesados no fuera a ser que quienes debían realizar esas tareas se quedaran “pegadas de la escoba”.

Todo ha cambiado

Ya las cosas no son ni la sombra de lo que eran, y sé que algunos de ustedes también extrañan la antigua Semana Santa, cuando apenas podías darte un chapuzón en un río y, a muchos ruegos, tal vez los más grandes iban de visita a otro pueblo. No más de ahí. Era conformarse con que llegara la época para comer arroz, guandules, bacalao con huevos, ensalada mixta, y por supuesto, habichuelas con dulce o maíz con dulce como se estila en Constanza. De eso, solo quedan las habichuelas porque todo ha cambiado.

Una época nostálgica

Cuando leí ayer una historia en la que se deja saber que ya hasta el Viernes Santo habrá concierto, no pude evitar la nostalgia de aquellos tiempos en los que el respeto a esos días santos estaba por encima de la diversión y lo comercial. Al enterarme de esos conciertos, que por supuesto, implican consumo de bebidas alcohólicas, decidí por unos segundos regresar a mi amada Sabina. Así lo hice. Vi a Suna moviendo el maíz en la olla más grande que usted pueda imaginar. Observaba cómo mi adorada madre servía diversos envases para mandarles a los vecinos del postre más bueno del mundo.

Una comunidad fabulosa

En aquel lugar las risas y los juegos que no implicaran muchos movimientos estaban permitidos. Era tan grandioso disfrutar de esa quietud que dejaba al descubierto lo sagrado del asueto, sobre todo, el Viernes Santo. Seguir el ritual divino de la iglesia católica para recordar la muerte y pasión de Jesucristo también movía a entusiasmo. Niños y niñas al fin, lo esperábamos hasta para ir a contemplar a los mayores seguir al pie de la letra la agenda de actividades religiosas que escenificaban aquellos momentos de sufrimiento y luego su gran resurrección.

Quedarnos con los días santos

Es grande la tristeza que siento al saber que ya no solo la Semana Santa se ha convertido en el momento ideal para vacacionar, ir a la playa, salir de viaje y hacer de todo, menos reflexionar sobre este acontecimiento histórico religioso, sino que el propio Viernes Santo ya no es tan santo. Solo nos queda rezar para que el Señor tome el control de su pueblo.

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