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ÁNIMO EN DOS MINUTOS

Vida con sentido

La espera. Mire, estamos pasando un corto tiempo en un hotelito malo. Esta no es nuestra casa, donde no nos faltará nada, y seremos felices para siempre, gracias a Jesucristo que nos salvó.

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Luis García DubusSanto Domingo

En 1928 un profesor norteamericano realizó un experimento con cientos de personas, los hizo caminar en campo abierto con sus ojos vendados. Todos describieron grandes círculos. Así les sucede a los animales e incluso a los pilotos cuando pierden el rumbo.

Parece estar demostrado que una persona sin rumbo establecido actúa como si estuviera dando vueltas, con lo cual no evoluciona, no crece, no progresa como persona.

Descubrir el sentido de la vida constituye, pues, una condición indispensable para no dar vueltas como un tonto, y terminar llegando nuevamente al mismo sitio.

Usted sabe que el Señor Jesús “se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado” Él era un ser humano igual que usted y yo, con sus momentos de angustia y de miedo, en los cuales acudía a su Padre, lleno de necesidad, en busca de ayuda.

Escribió Javier Garrido en su libro “Seguir a Jesús en la vida ordinaria”, Pág. 64, que el evangelio de Lucas, narra uno de esos momentos.

Comparto con usted su muy interesante enfoque:

“La transfiguración es la respuesta de Dios-Padre al miedo de los discípulos y de Jesús mismo.

Hay que suponer que Jesús no sabía de antemano su destino trágico en el calvario. Lo fue descubriendo a la luz del rechazo de su mensaje.

Por eso, se retiró al monte con sus íntimos, porque tenía miedo y quiso encontrar en el Padre luz y fortaleza”.

Luz y fortaleza. Luz para saber qué hacer y fortaleza para hacerlo, en la seguridad de que caminamos bajo la protección de Dios y vamos por buen camino.

Eso todo lo que necesitamos en momentos de confusión y de miedo.

Jesús, después de un largo rato de oración que los discípulos no pudieron aguantar y se durmieron, recibió del Padre una luz tan portentosa que se transparentó hasta en su ropa, y aparecieron Moisés y Elías hablando con Él a las claras de su pasión y muerte.

Y luego se oyó esa voz amorosa que lo reanimó y vigorizó dándole un respaldo total:

Este es mi hijo, el elegido. Escúchenlo.

Y el Hijo del hombre sigue decididamente su camino, confiando en aquella amorosa voz del Padre y “sabiendo la dicha que le esperaba” (Hechos 12, 2).

La pregunta de hoy

¿Qué es lo esencial para que mi vida tenga pleno sentido?

Precisamente saber la dicha que le espera.

Mire, estamos pasando un corto tiempo en un hotelito malo. Esta no es nuestra casa, donde no nos faltará nada, y seremos felices para siempre, gracias a Jesucristo que nos salvó.

Señor, envíame tu Espíritu Santo para que me explique todo esto, para que me habite y me dé paz y luz. Amén.

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