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¿QUIÉN EDUCA AL PUEBLO?

“Sean compasivos como su Padre”

Maruchi R. de Elmúdesi

Maruchi R. de Elmúdesi

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Maruchi R. de ElmúdesiSanto Domingo

El Evangelio de hoy, 20 de febrero, es el domingo VII del tiempo ordinario. Es un evangelio precioso y sumamente educativo. Muchas veces queremos pagar al otro de la misma manera con que él nos hace el mal. Y ser cristiano es todo lo contrario a esta forma de actuar. La enseñanza de Jesús es profunda y novedosa: Jesús nos invita igual que a sus discípulos a amar a sus enemigos. Tal enseñanza era desconocida por el mundo judío y extraña para el mundo griego. Era una novedad que expresaba el amor con el que Dios ama a los hombres. Esta enseñanza se expresa en dos sentencias de Jesús: traten a los demás como quieren que ellos los traten; y la segunda sentencia reza así: sean misericordiosos como su Padre es misericordioso, que nos revela el grande amor de Dios Padre.

La primera lectura nos presenta precisamente a David que perdona a Saúl cuando lo tenía a punto para matarlo. David, figura del Rey mesiánico, muestra entrañas de misericordia ante sus enemigos. Por su parte, Pablo nos habla del primer Adán (el hombre creado) y el último Adán (Cristo). Aquí se revela la gran vocación del hombre a ser un hombre nuevo en Cristo.

No se puede seguir a Jesús si se guarda rencor, resentimiento, odio y el deseo de venganza. Todo esto denigra la dignidad humana. Y sin embargo, con qué facilidad nosotros los hombres somos presas de esos sentimientos. ¡Cómo nos cuesta perdonar! No ya cuando alguien haya cometido contra nosotros ultrajes y daños irreparables, sino cuando simplemente han sido descuidos, faltas de atención. Si el egoísmo en el hombre es una pasión grande que brinca por todas partes. Es pues, imprescindible pasar del “hombre viejo”, el primer Adán, al hombre nuevo, el último Adán, Cristo mismo.

Sabemos que el Padre es misericordioso porque Cristo nos ha revelado el rostro del Padre. Lo sabemos porque Cristo, muriendo en la cruz y resucitando, nos ha dicho cuan valioso es el hombre a los ojos del Padre. Lo sabemos porque la Parábola del hijo pródigo en su sencillez, nos anuncia verdades magníficas al mostrarnos como nos recibe el Padre eterno cuando volvemos a su hogar.

Así, pues, nadie desespere, nadie se abandone, nadie lance por la borda su vida: El Padre es misericordioso y la prueba es su hijo Jesucristo en quien tenemos acceso a El. ¡Amén!

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