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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Y sí...

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Marta QuélizSanto Domingo, RD

Tengo muchas vivencias qué contar con relación a la deshumanización del sistema de salud de República Dominicana. ¿Tiene seguro? Es la primera pregunta que le hacen al paciente o a su familia, cuando debería ser: ¿Qué le pasa, en qué le ayudamos? LISTÍN DIARIO ha estado tocando estas fibras sensibles para los afectados, pero indolentes para quienes solo tienen un signo de peso en los ojos cuando ven en una persona enferma a un potencial cliente, no a un ser humano, que a veces solo necesita un buen trato para sentirse mejor.

Una atención fabulosa

Y sí, yo lo he vivido, tú lo has vivido, todos en mayor o menor medida hemos sido víctima de un sistema de salud donde la vocación de servicio brilla por su ausencia. Para apartarme de este trato inhumano viajé por un instante a una ciudad fabulosa donde no hay carnet ni dinero que impida que las personas reciban un trato adecuado cuando visitan un centro de salud público o privado para recuperarse de algún quebranto. Allí lo que cuenta es la atención que se requiere “y después hablamos”. No hay ese ‘show’ de estar pidiendo depósito a una persona que lo único que quiere es sanarse. Nada de eso de que este seguro cubre y este no. Se acatan las disposiciones de las autoridades, que siempre son para proteger a la población, no a los dueños de clínicas privadas. Por esa razón es que en este lugar fabuloso la salud “no tiene precio”.

Lo viví en carne propia

Y sí, regresé de la ciudad fabulosa al recordar que, hace unos años me tocó discutir con un médico en la Emergencia de una clínica privada, cuando visitando a un familiar, vi cómo llevaron a un joven al que le acababan de dar un tiro en el sector Los Ríos. Si triste fue verlo moribundo y a una familia destrozada, más tristeza e impotencia me dio escuchar cuando le pidieron el depósito de un mínimo de 20 mil pesos para atenderlo. Quienes estábamos ahí, tratamos de ayudarles, pero fue inútil. Nadie anda con 20,000 en efectivo, ya sea por no tenerlos o por el peligro que esto representa. A ellos no les quedó de otra que llevárselo, pero a dos o tres esquinas de la clínica, el joven falleció. Y sí, lloré sin conocerlo, porque cuando se devolvieron a echarles en cara a los médicos de la clínica que había fallecido por su culpa, había en ellos más rabia que dolor, porque todos sabíamos que ellos pudieron salvarle la vida o al menos intentarlo, pero en lo que discutían y se negaban, perdieron el tiempo que la muerte ganó. Y sí, aunque nunca se le haya puesto un freno, esa práctica no es de ahora.

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