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¿Quién está educando al Pueblo?

Una boda en Caná de Galilea

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Maruchi R. de ElmúdesiSanto Domingo

“En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.” Jesús le contestó: “Mujer déjame, todavía no ha llegado mi hora.” Su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él diga”.

Segundo domingo del tiempo ordinario. Ha terminado el tiempo de la Navidad, el que finaliza con el Bautismo del Señor, y comenzamos a vivir un tiempo de reflexión y conversión.

Este evangelio de las Bodas, tiene mucha “tela que cortar”. Aquí vemos cómo nuestra Madre María siempre atenta a las necesidades de los demás, se da cuenta de que algo no está bien, y le dice a Su Hijo que haga algo para resolver este problema. Jesús aunque no quiere, no puede dejar de complacer a Su Madre, y hace su primer milagro, comenzando así su vida manifestando su gloria y haciendo crecer la fe de sus discípulos.

“En el Antiguo Testamento, se menciona con frecuencia la figura del esposo para hablar de las relaciones de Yahvéh con su pueblo Israel. Dios se revela como un esposo fiel, que mantiene su palabra de alianza, de indisolubilidad y de lealtad a pesar de todo. Es un esposo que rebosa de gozo al estar con su pueblo y acompañarlo en sus vicisitudes. Porque Dios es fiel, Jerusalén volverá a ser llamada desposada. Porque es un esposo gozoso, infunde y derrama ese mismo gozo, en todo Israel, como un don precioso y magnífico para la esposa. La figura esponsal de Yavéh prepara la revelación de Jesús como esposo de la Iglesia en el Nuevo Testamento”.(Tomado de Rayo de Luz)

Hoy San Pablo, en la Segunda Lectura, nos habla en su carta a los Corintios, de la diversidad de dones que poseemos, pero que es un mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor, que hay diversidad defunciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Y en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y eso lo tenemos que tener claro. Pues a veces uno desea ser un “todólogo”, y Dios reparte a cada uno como a ÉL le parece. Lo que debemos es estar conscientes de cuál es el don que nos ha tocado y utilizarlo en el bien de los demás. No podemos quedarnos con los brazos cruzados viendo “el entierro pasar por la acera de enfrente”, como simples observadores. El Señor nos envía a predicar Su Evangelio a toda criatura que lo necesite. Nuestra responsabilidad de cristianos, es vivir como vivió Jesús, siempre alertas a las necesidades de todos los que le rodeaban.

En este año de la Misericordia, vamos a actuar como nos dice el Papa Francisco: “Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir al enfermo, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. No olvidemos las palabras de San Juan de la Cruz: “En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor.” Que el Señor nos ayude a vivir de acuerdo a la ley que da vida y esperanza. ¡Amén!

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