La Vida

El controvertido legado de Schliemann, el arqueólogo amateur que halló Troya

En el bicentenario del nacimiento del arqueólogo Heinrich Schliemann, el Museo de Prehistoria y Protohistoria de Berlín prepara una ambiciosa exhibición que repasará la biografía del descubridor de Troya, así como sus cuestionables métodos arqueológicos.

Más de 700 piezas, que estarán expuestas de mayo a noviembre de este año, permitirán a los visitantes seguir los pasos del millonario aventurero, que dedicó 20 años de su vida a excavar una Troya legendaria que logró encontrar contra todo pronóstico.

Aunque hoy día los arqueólogos concuerdan en que los restos que halló en la colina de Hissarlik, en la actual Turquía, se corresponden a la ciudad de las fuentes históricas, nada vincula los rutilantes objetos bautizados por Schliemann como el "Tesoro de Príamo" con los hechos narrados en la epopeya de Homero.

El célebre tesoro hallado en 1873, que se disputan aún Alemania, Rusia y Turquía, se encuentra en el Museo Pushkin de Moscú y no formará parte de la exposición, que si incluirá una serie de piezas prestadas por el Hermitage de San Petersburgo y por el Museo Nacional de Atenas.

Junto a los recipientes y estatuas cerámicas encontrados en Hissarlik, los visitantes podrán admirar la obra de los orfebres de la antigua Micenas, procedente de las tumbas de los reyes prehelénicos allí enterrados, "espectacular" en palabras de los conservadores de la exposición.

Los fragmentos de frescos hallados en Tirinto, en el Peloponeso griego, son otra de las cumbres de la parte arqueológica de la muestra, que se podrá ver en el Nuevo Museo berlinés, mientras que el resto, en la adyacente Galería James Simon, pretende centrarse en el Schliemann más "desconocido".

UN ARQUEÓLOGO AMATEUR

Schliemann nació el 6 de enero de 1822 en una familia humilde de Neubukow, en el norte de Alemania. Como empleado de una casa de comercio en Ámsterdam aprendió de forma autodidacta inglés, ruso, francés, español, italiano y portugués.

En la Rusia de los zares logró obtener grandes ganancias gracias a la Guerra de Crimea, que luego multiplicó en California fundando un banco que sacó partido a la fiebre del oro.

En la segunda mitad del siglo, ya millonario, se dedicó a los viajes y al estudio de las lenguas, de las que dominó 17, hasta el punto de usar todas ellas en su nutrida correspondencia que abarca unas 50.000 misivas.

Frustrado por el fracaso de su libro sobre China, se inscribió en la Universidad de la Sorbona en París decidido a adquirir una base que le permitiera pasar a la historia por su contribución al redescubrimiento de la antigüedad clásica, su gran pasión.

No obstante, cuando llegó al Imperio otomano con el firme propósito de encontrar Troya con la sola guía de los versos de Homero, carecía de cualquier tipo de experiencia práctica en materia de arqueología, disciplina que, por otro lado, solo comenzaba entonces a echar a andar.

PIONERO O DESTRUCTOR

Aunque tras su descubrimiento Schliemann fue celebrado, sobre todo en Alemania, como un héroe y alabado como pionero de la arqueología moderna, la exhibición en Berlín pretende reconstruir de forma crítica las múltiples facetas de su personalidad, así como un legado ambivalente.

El ansia por encontrar en Hissarlik el escenario del enfrentamiento entre Aquiles y Héctor le llevó a excavar un enorme foso de 17 metros de profundidad hasta llegar a la roca base, arrasando con estratos de incalculable valor arqueológico.

Por otro lado, sacó de contrabando a Grecia el "Tesoro de Príamo", lo que llevó al Imperio otomano a enfrentarse a él en el primer proceso de la historia por robo de arte, en el que, aunque fue condenado, Schliemann se libró con una multa simbólica y no devolvió las piezas.

No obstante, para el coordinador de la exposición Matthias Wemhoff, Schliemann cambió con el paso del tiempo y "sus primeros años en Troya no se pueden comparar con su labor posterior," según dijo en una entrevista reciente con la cadena local RBB.

Además, los expertos actuales están de acuerdo en que sin Schliemann y su determinación los restos de Troya seguirían, probablemente, bajo tierra.

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