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COSAS DE DIOS

El payaso de Lladró

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Alicia EstévezSanto Domingo, RD

Estaba aquí, cuando llegué, en el año 1994. Es una hermosa figura de porcelana. La admiré, como a muchos otros detalles de la decoración del Listín Diario, de entonces. Venía de un canal de televisión, donde todo era mucho más sencillo, la gente tomaba café en vasitos de papel y el lobby consistía en un sofá y una mesita. Las entrevistas se hacían allí, a veces, en el jardín, a cielo abierto. Aquí, en el Listín Diario, por el contrario, encontré un gran salón, muy bien decorado, para los acontecimientos formales, y uno de reuniones, más sobrio, donde se exhibe la galería de pasados presidentes de la empresa, entre otras áreas.

Encantador No fue en esos salones donde me topé con el payaso de porcelana. Estaba en la oficina del subdirector. Allí lo seguí viendo, a medida cambiaban mis funciones en la empresa, de periodista de Sociales a reportera de investigación, editora de La Vida, jefa de redacción, etc. El caso es que pasé a ocupar la oficina donde reinaba el payaso de Lladró, la marca que lo acuña. En ocasiones, lo tomaba en las manos para admirarlo. Es pequeño, blanco, con ribetes dorados y botones brillantes, nada extraordinario, pero delicado, encantador.

La despedida He trabajado aquí dos veces, la primera terminó cuando cumplí una década, en el 2004. Fue entonces que este payaso, pese a su aspecto inocente, se convirtió en una tentación. La empresa atravesaba por cambios y mi salida fue parte de ellos. Había limpiado mi escritorio, estaba lista para marcharme, en cualquier momento, cuando me quedé mirando al payaso de Lladró. Me sentí tentada a tomarlo como un suvenir. Pronto, desistí. Aunque nadie lo notara, yo sabría que era ajeno. Si, por el contrario, lo echaban en falta, mancharía una trayectoria limpia por un objeto inútil. Cuando llegó la hora de partir, le dije adiós al payaso, creía que para siempre. No fue así.

El regreso Regresé al Listín en el 2006 y, curiosamente, me asignaron la misma oficina, allí estaba el gracioso payaso. Cuando remodelaron la redacción, esa oficina desapareció y lo único que permanece de entonces, en mi área de trabajo, es el payaso. Lo veo, en este momento, y ya sé que el día que me toque despedirme, de nuevo, no sentiré tentación alguna, lo dejaré aquí, y seguiré adelante. Ojalá que pueda hacer lo mismo, y usted también, con todas las tentaciones que se crucen en nuestro camino, que podamos vencerlas, y avanzar, con la frente en alto.

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