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REALIDAD Y FANTASÍA

El estado perfecto de la mujer es simplemente ¡la viudez!

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

Una señora a quien quise mucho me dijo una vez que el estado perfecto de la mujer es ¡simplemente la viudez! En aquella época tenía un matrimonio de pocos años, por lo que aquella sentencia de la inolvidable señora fue una anécdota dentro de los comentarios que hacía.

Pasó el tiempo, la vida continuó y yo me mantuve ocupada, muchos acontecimientos se destacaron y acapararon mi atención, con lo cual la palabra tiempo adquirió un carácter totalmente extemporáneo. Después, un día me vi sola. Aquello, además de extraño, se me antojaba fuera de toda lógica, ¡había sido la pareja de alguien que pensaba y actuaba en consonancia conmigo!

¿Cómo podía yo de repente convertirme en un ser que actuaba y pensaba por sí mismo?

Además del desdoblamiento emocional, existía aquella otra realidad física en donde la ausencia ocupa todo el pensamiento y el ámbito en donde se ha vivido, se espesa hasta hacerse una tela de araña, según pasan los días; una ausencia sin retorno, sin llamadas en el celular, sin cartas ni emails. Densa e impenetrable, que escapa a la imaginación y al tiempo.

Penetrar en esa nebulosa y despojarse del otro yo es un penoso proceso que toma tiempo y en lo que nadie puede intervenir.

Por fin un buen día, una se da cuenta de que ha vuelto a ser una persona individual que siente y ve el mundo por sí misma. El proceso de desdoblamiento ha concluido. A partir de allí solo queda el mirar con los ojos abiertos y llenos de curiosidad aquel mundo nuevo, lleno de desafíos y aventuras. El recuerdo de aquel que partió para siempre permanece, como una sombra protectora, para defendernos y protegernos, sin obstaculizarnos en esta nueva etapa de la vida.

La frase de la querida señora se volvió realidad; la viuda entra en todas partes, es un ser privilegiado, todos la atienden, todos la tienen en cuenta.

Aquello de ser viuda le otorga un estatus especial que ninguna mujer soltera o divorciada puede soñar siquiera en alcanzar.

Las viudas son seres desvalidos por naturaleza, aun en estos tiempos en que la mujer acapara todos los puestos y estatus antes solo dedicados al hombre.

Pero el título de viuda cambia por completo cualquier situación. ¡Paso a la viuda, señores!

En las reuniones sociales, el estatus de la viuda es algo sagrado, se la ve como una matrona respetabilísima, digna de toda consideración, acogida por todos. La viuda puede hablar de lo que quiera, nadie le pone objeciones. Opina como le viene en gana. Sus opiniones tienen peso, son objeto de discusión y luego son ensalzadas, aquello es fruto de la experiencia. A nadie se le pasa por la mente disputar la respetabilidad de las viudas. Sus amigas divorciadas, tan respetables como ellas, se las ven negras.

Pueden vestir como le venga en gana, la moda después de la viudez se vuelve menos exigente, complaciente, cómplice de su comodidad y felicidad. Es la época de darse gusto en todo. Si la debilidad son los dulces, no hay motivo para no regalarse con chocolates, postres y caramelos. Si el problema siempre fue el peso, es la época para olvidarse de las ingratas libras que fueron la pesadilla de los años juveniles.

Si la debilidad fue el chisme.. No hay época mejor en la vida para ¡ocuparse de la vida ajena!

La viuda puede ir a todas partes, no importa la hora ni el lugar, incluyendo casinos y salas de fiestas, siempre que la acompañe alguna de sus congéneres, damas de su condición.

Este estatus envidiable no ha podido ser avasallado ni siquiera por las feministas furibundas. Es definitivamente un coto cerrado y privilegiado, de los pocos que aún subsisten en el siglo XXI. No sé que será de las viudas en el futuro, pero sospecho que ¡seguirán saliéndose con la suya!

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