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REALIDAD Y FANTASÍA

La mezcla prodigiosa

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

La temporada de huracanes, tormentas tropicales y ciclones no le gusta a Emma en absoluto, le teme a las tormentas como todo el mundo, su casita se inunda cada vez que llueve torrencialmente y no ha habido forma de remediar el problema.

Mis hijos le regalaron un techo de zinc nuevo, luego mandaron a construir pequeños muros de contención en los huecos de las puertas. Lamentablemente su casa está situada en una hondonada, de forma que con los torrenciales aguaceros, aquello se convierte en un lago.

Ella ha optado por no ir por allí en esta temporada. Un hermano le vigila sus pertenencias y le da de comer a los animales. También se encarga de sacar el agua de la vivienda y velar porque no se mojen los trastes. A cambio vive en la casa y además Emma le paga una suma de dinero.

El problema ahora que no va por Nigua, es de otra índole; resulta que con la humedad, sus huesos se resienten y le empiezan a doler.

En estos días sus quejas se elevaban al cielo, habló por teléfono con un compadre y este le aconsejó que acudiera donde una curandera famosa para curas de ese tipo de males. No me dijo nada, sabe de sobra que desapruebo ese tipo de curalotodos.

Salió muy arreglada diciendo que tenía que hacer unas cuantas diligencias, volvió en la tardecita con una sonrisa resplandeciente y un paquetito.

Más tarde la vi afanosa en la cocina mezclando no sé qué cosas, no le presté atención, después de todo se avecinaba la hora de la cena.

Sin embargo, lo que nos sirvió a la mesa no contenía ingredientes que pudiesen haber sido mezclados.

En los días que siguieron, no se quejó de dolor alguno, a pesar de las copiosas lluvias que nos arropaban sin piedad. La casa resudaba humedad, he tenido que pedir prestado un aparato que tiene la virtud de extraer la humedad, una maravilla, lo único es que es carísimo, así que me conformo con que me lo presten de vez en cuando. Emma colocó el aparato en todos lados y, muy satisfecha, me mostró la cantidad de agua extraída por el artefacto. De dolores ni hablar, no se quejó en absoluto.

Como siguió feliz y contenta, sin quejarse ni una sola vez, la curiosidad me impulsó a preguntarle qué había pasado con su reumatismo. Muy satisfecha, me enseñó un pequeño pote y me dijo que eso era la solución a todos los dolores de huesos. Le pregunté cuál era el contenido, a lo que me dijo que solo se trataba de una crema cualquiera para la piel, con ají picante mezclado. Entonces me confesó su cita con la curandera, alabándola como lo mejor que había puesto Dios sobre la tierra.

No le dije nada al ver su satisfacción por la cura obtenida, me quedé pensando que a veces las curaciones por medio de ingredientes naturales que tanto utiliza el pueblo resultan ser más efectivas que los remedios patentados que venden en las farmacias a precio de oro.

No pasaron muchos días, una mañana amanecí con un fuerte dolor en la coyuntura de un dedo, el dolor no cedió, a pesar de tomarme una pastilla calmante y ponerme una crema analgésica, sin ningún resultado.

Emma me vio masajeándome el dedo dolorido y con presteza trajo su mejunje.

Con delicadeza me untó aquello en el miembro afectado, luego procedió a darme unos pequeños masajes. Sentí calor en la parte afectada y luego ¡el dolor desapareció! No lo podía creer, aquel extraño potingue funcionaba mucho mejor que los remedios de farmacia.

Seguí aplicándome la mezcla de la curandera durante dos o tres días, después de eso el dolor desapareció como por ensalmo y no he vuelto a sentir ninguna molestia.

Me he propuesto no volver a criticar a Emma cuando acuda a sus curanderos, o a lo que sea que quiera acudir, dependiendo de lo que necesite en ese momento.

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