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COSAS DE DIOS

Pese a la tempestad

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Alicia EstévezSanto Domingo, RD

Me ejercito caminando temprano. Cuando madrugas, el día rinde y la noche es una bendición, logras dormir de manera reparadora. Así despiertas con los nervios en condiciones para enfrentar los retos de estos tiempos. Porque, seguir con la rutina pre pandemia, asumiendo que la vida es la misma de hace dos años, es un error.

Lo que nos rodea Convivimos, a diario, con duelo por seres queridos, preocupación por la pérdida de empleos y la subida de precios que representa una acción violenta contra el bienestar de familias, en las que muchos miembros han enfermado. Adiciónele que se nos vendrá encima una reforma fiscal, más impuestos, y que tenemos miedo, un pésimo consejero, los unos de los otros. La violencia y la delincuencia explotan aquí y allá, llevándose vidas, destruyendo familias, cuestionándonos sobre en qué nos hemos convertido y llevándonos a preguntarnos hacia dónde vamos. Y hay una incomodidad generalizada por las filas, las mascarillas y por todo lo que ha bajado su calidad, productos y servicios, con la reducción forzada de personal. La indefensión, ante tantos desafíos, es tal, que solo nos queda prepararnos física, emocional y espiritualmente para hacerle frente con inteligencia y paz.

Una coraza Por eso, recomiendo madrugar, lo más que pueda, e iniciar el día con una rutina que se convierta en una coraza contra cualquier reto. Primero, conecte con Dios. Clame a Su presencia, revise el día anterior, para pedir perdón y dar gracias. Pídale que todo lo que haga, quiera y emprenda, lo conduzca a Él. Luego, con las lecturas del día, por ejemplo, El Evangelio, medite y dialogue con el Señor sobre lo que le dice Su palabra. Después, ejercicio, ojalá que al aire libre. Conecte, esta vez, con todo lo hermoso que le rodea, apague el celular y escuche lo pájaros, converse con quien está en vivo, a su lado. Después, ojalá pueda asistir a misa.

El desafío A las 6:30 de la mañana, muchas parroquias celebran misa, cuando te acostumbras, luego, la extrañas como respirar. Que nuestro primer alimento sea la Eucaristía, es una bendición. Y visitemos el Santísimo, aunque sea diez minutos, allí está Jesús, hay tantas pruebas de ello, deje que sus rayos de misericordia le alcancen. Y, entonces, sí, salga a la calle. Pero tome en cuenta que la mayor lucha del ser humano no es contra los demás, sino contra uno mismo. El dominio propio, la capacidad para ser coherentes entre lo que queremos, creemos y hacemos, es el mayor triunfo que podemos alcanzar en esta tierra, el que nos llevará al cielo, pese a la tempestad que azota, en este momento, la barca donde viajamos todos.

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