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REALIDAD Y FANTASÍA

Soplan vientos pascuales

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

En cuanto me levante, Emma me anuncio que ¡comenzaban las Pascuas! Ante mi asombro, blandió el periódico y me enseño los anuncios navideños.

Aquello me sorprendió, apenas empieza el mes de octubre, en otros países, es el mes dedicado a las brujas, los misterios, los espantos, aparecidos y las películas de horror. Aquí, en pleno trópico, el comercio se dedica a vender unas fiestas que tendrán lugar dos meses más tarde, es decir están vendiendo a largo plazo.

La gente ingenuamente, acudirá a las tiendas a comprar cuanta novedad navideña encuentre y se llenaran de adornos, bombillitos, arbolitos, ciervos, santa Claus de variados tamaños y en fin toda la parafernalia que se estila para las Pascuas.

Esto además de absurdo, me parece a mí que redundara en que cuando llegue la navidad, estaremos hartos de todos los adornos y la fiesta de navidad se nos antojara algo demasiado visto y usado.

Desde hace varios años, los comerciantes del patio han estado manejando a su antojo, las fiestas más queridas por los dominicanos. No podemos tener una temporada de pascuas que dure prácticamente cuatro meses, llevándose de encuentro, las fiestas de Halloween que, aunque no tiene gran tradición entre nosotros, debido a la globalización, se ha vuelto festividad en todos lados. También burlando la fiesta de Acción de Gracias que, tampoco es criolla, pero se celebra, llevándose de la moda gringa. No en vano hay un millón de dominicanos viviendo en los Estados Unidos. Como Emma adora las navidades, está muy encantada con el capricho del comercio, yo le advertí que no pondremos el arbolito, ni montaremos el Nacimiento, antes del primero de diciembre. Tampoco comprare aditamentos navideños por el momento. Le dije que podía ir a las tiendas a observar las mercancías pascuales y anotar lo que le pareciera interesante, para comprarlo, llegado el momento. Mi morena cocinera, no tuvo más remedio que conformarse. Se emperifollo esa tarde y salió garbosa a ver la maravillosa mercancía.

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