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COSAS DE DIOS

El despertar de los viejos

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Alicia EstévezSanto Domingo, RD

Uno de los momentos de día que diferencia a jóvenes y viejos es cuando despertamos. Hay un abismo entre cómo enfrentamos la mañana, en nuestros años de juventud, y la actitud, tan diferente, que adoptamos cuando empezamos a envejecer. Veamos.

Los jóvenes

Un joven duerme a pata tendida y despierta con la cara fresca, a la una de la tarde, sorprendiéndose porque le dicen que no vale la pena preparar un desayuno cuando ya se va a servir el almuerzo. Otros madrugan sin esfuerzo, brincan de la cama, corren al baño, se dan una ducha fría y salen de allí despidiendo un rico olor a perfume, que llega a la sala, para vestirse con parsimonia o prisa, según el tiempo del que dispongan.

Los mayores

Los viejos despiertan temprano, pero, van por etapas. Primero, permanecen quietos, miden el esfuerzo de extender el brazo, para tomar los lentes de la mesita de noche, que está llena, botella de agua, medicamentos, una lámpara, que permite encender la luz antes de apearse de la cama, y el celular, por si se presenta alguna emergencia.

Segunda etapa

Al fin, con los lentes puestos, revisan la hora y deciden si vale la pena madrugar tanto o si tienen el ánimo para hacerlo. El dolor en los dedos, las piernas y las plantas de los pies, les frena el impulso, cuando quieren hacer frente a un nuevo día. Hay que buscar apoyo, para enderezarse, poco a poco. Y, luego, quedarse ahí, quieto, esperando a que se pase el dolor, en las caderas, las piernas o las plantas de los pies, antes de dar un paso vacilante y sonoro, ¡Ayyyy!

Tercera etapa

Al llegar al baño, la ducha debe ser tibia siempre, aunque afuera haya ocurrido una erupción volcánica, por la artritis, que, con agua fría, se agrava. Higienizarse se lleva a cabo despacio, nada es más peligroso que un resbalón en la bañera, los huesos de los viejos no se soldán con facilidad. Al salir de allí, muchos no usan perfume, por las alergias, que acechan a que envejezcas para confabularse, con todo lo demás que llega con la edad, la vista corta, el estómago ñoño y el cuerpo adolorido.

Quinta etapa

Debes vestirte despacio, pedir ayuda, para que te suban el zíper y, si sales de la habitación rápido, devuélvete, para tomar la primera medicina de la mañana, con el estómago vacío, antes de desayuno, ligero. Mientras ves a los jóvenes de la familia darse un banquete, piensas: “juventud, divino tesoro”. Aunque es probable que ellos corran a la calle, sin mirar por la ventana, en eso, los viejos, y los no tanto, llevamos ventaja. Ya sabemos lo que importa, agradecemos y disfrutamos el inicio de un nuevo día con más alegría que los jóvenes, en esa parte, es mejor el despertar de los viejos.

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