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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Buscando a Andy

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Los amigos de los hijos son como si fueran nuestros, y así es Andy Iturbides. Desde su desaparición, el pasado jueves, una nube gris nos arropa y nos ata de pies y manos en cada intento hecho para dar con su paradero. No ha valido la búsqueda constante por parte de un amplio grupo de familiares y amigos, tampoco las publicaciones, la promesa de recompensa, y mucho menos, el reclamo a las autoridades para que agilicen sus acciones. Penosamente, los días pasan y seguimos, buscando a Andy. Que no se repita Sé que no hay que detenerse a pensar en lo que pudo hacerse y no se hizo, como que se iniciara su búsqueda el mismo jueves, dado su diagnóstico médico, que asegura sufre depresión. Sin embargo, es bueno acentuar este punto para que en lo adelante, esto no vuelva a ocurrir, dado que en este país es común que haya persona desaparecidas, y que muchas de ellas, también cargan con una situación de salud emocional o mental. Para evitar que esto se repita, las autoridades deben revisar sus reglas. Mucha impotencia La angustia que se sufre cuando tienes a un ser querido desaparecido, solo lo sabe quien ha pasado por esto. La impotencia se apodera de cada uno de los familiares y amigos, tanto por no dar con el paradero de la persona como por la apatía de las autoridades que a veces, “resuelven” con echarle más leña al fuego: “Pero si tiene ese problema, porque se descuidaron y lo dejaron salir”, “bueeeeno”. O creen que todo lo solucionan o lo calman con un: “ustedes deben esperar 24 horas porque a veces es que salen a botar el golpe”. Ciertamente, los agentes de este país no están preparados para lidiar con este tipo de situaciones. Por cuenta propia No sabemos de qué manera, pero, así como los dominicanos hemos tenido que asegurarnos por nuestra propia cuenta con cámaras en la casa, alarmas en los vehículos y demás herramientas de protección, vamos a tener que aprender a buscar la forma de cómo se rastrea una persona desaparecida, si es posible, leer tutoriales que nos enseñan a elaborar rutas de búsqueda, y sin exagerar, tomar préstamos para tener nuestras propias cámaras en las calles de la ciudad. Ahhh, y ni hablar de los cursos de informática. Hay que hacerlos para aprender a desbloquear un teléfono y no esperar un mes o más que es el tiempo que te dan las autoridades para hacerlo, y ser también nuestros propios psicólogos para darnos la asistencia que necesita la familia en estos casos de incertidumbre y, que por lo visto aquí no la ofrecen. Pero mientras logramos todo esto, seguimos: ¡Buscando a Andy!

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