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COSAS DE DIOS

Decide tú

Alicia Estévez

Alicia Estévez

La tarde del primero de marzo de 1993, en la redacción de Teleantillas, donde era reportera, solo se hablaba de un hombre enmascarado que mantenía secuestradas a varias empleadas del Banco del Progreso, en la sucursal de la avenida Independencia, tras un intento de asalto. Seguíamos las últimas novedades del secuestro, que nuestra compañera del canal, Altagracita Paulino, ofrecía desde el lugar de los hechos.

El relevo

Cerca de las diez de la noche, Altagracita pidió relevo de la cobertura que ya se extendía por siete horas. Figuras como los fallecidos Freddy Beras Goico y Rafael Corporán de los Santos, habían intentado mediar, pero sin grandes progresos. Ese era el panorama cuando, siendo una periodista novata, me encomiendan seguir cubriendo la historia. Ingenuamente, le pregunté a la jefa de redacción, Altagracia Salazar, ¿cuándo debía regresar al canal? Su respuesta colocó sobre mis hombros una carga enorme. “Decide tú”, dijo.

Cansados

En televisión, el periodista tiene un estímulo, su nombre acuña el resultado del trabajo en equipo, pero, justo o injusto, los otros quedan en el anonimato. Y, cuando me tocó relevar a Altagracita, el camarógrafo, el editor de video y el chofer mostraban cansancio tras esas largas horas de tensión y persecución de la más mínima novedad.

Hasta el final

El editor, cada tanto, preguntaba cuándo regresaríamos al canal. El chofer y el camarógrafo no habían cenado. Entonces, pensé que, si nos marchábamos y allí pasaba algo, todos ellos dirían que fue mi decisión, y tendrían razón. De manera que miré en derredor y sentí que, por necesidad, habría un desenlace. Decidí no marcharme. Se lo comuniqué a todos, para que supieran a qué atenerse. El que se quisiera ir, podía hacerlo, pero yo me quedaría hasta el final. Nadie se fue.

Huchi

Entrada la madrugada, Huchi Lora, intentando mediar, fue retenido junto a las secuestradas. Un tiroteo terminó con las vidas del asaltante y de una víctima. Llegué a mi casa a las 6:00 am y me vi en el noticiero, teníamos la historia. Me habría arrepentido toda la vida si, empujada por la presión de los demás, decido marcharme dejando en evolución una situación como esa, si recuerdan, el secuestrador era un médico. Traigo a cuento ese trágico hecho para compartirles la lección aprendida entonces. Si algo está en mis manos, la decisión es mía, no se delega. Y Dios dejó en nuestras manos la salvación de nuestras almas, por eso debemos hacer lo que creemos correcto, no importa cuánto presionen otros. Al final, nadie más que nosotros asumirá las consecuencias de lo que ocurra.

Está claro, yo decido y usted también.

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