Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

FÁBULAS EN ALTA VOZ

¡Vino Ernesto!

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Mucho ha llovido desde que Ernesto se fue a vivir para España. Se ha perdido de muchas risas, ha tenido que llorar solo y vivir duelos en la distancia. 13 años y medio han pasado de este paso que, con sus altas y sus bajas lo han hecho crecer, aunque sin perder su singular forma de ser. Recientemente vino al país para durar unos días con su familia, conocer algunos miembros que no estaba en la lista cuando se marchó, pero sobre todo, para arreglar la casa de su mamá, doña Juana.

“Le di 20 pesos al probot”

La historia de Ernesto llega a esta columna por ser de esas pocas personas que luego de tanto tiempo fuera del país, regresan con la misma sonrisa, con la remembranza de sus ocurrencias y con las inolvidables frases que lo identifican como: “enseguida que llegué, le di 20 pesos al probot”. Esta fue una de sus favoritas, porque ‘Resolana’, como también le dicen, sabía ganarse a la gente en la discoteca, por ejemplo, con ese tipo de detalles.

Un viaje fabuloso

Para él, que Dios le haya dado la oportunidad de venir a su país después de tanto tiempo, es lo más hermoso que le ha pasado. Es como si hubiese viajado a una ciudad fabulosa donde todo es alegría y gozo. Compartir con su madre, con sus hermanos, sobrinos, cuñados, amigos… y remontarse a viejos tiempos no tiene precio para “Ernestodía”, otro apodo que encontró “reposando” entre el baúl de los recuerdos que aguarda por él. En esta oportunidad vino más que todo, a trabajar en la construcción de la casa de su mamá, por eso su hermano Santiago (El Manilo), no le ha dado tregua para que salga a darle: “20 ‘euros’ al probot”.

¡Que no se olvide el amor!

Durante su viaje fabuloso, se hizo de cuenta que vendió “La Joya”, una propiedad que tenía su familia, y que con el dinero de la venta compró ilusiones, alegría, buenos momentos, recuperación del tiempo perdido, y lo más importante, salud para su mamá, a quien junto a sus hermanos quiere llevar a una ciudad fabulosa donde no haya olvido y donde nada ni nadie atente contra el poder de recordar el amor materno. Ahora en la realidad, solo falta que Ernesto vaya y vuelva y no se detenga, porque la vida no se mide por años vividos, si no, por ratitos disfrutados.

Tags relacionados