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COSAS DE DIOS

Niños malcriados

Alicia Estévez

Alicia Estévez

Una niña está de fiesta, luce sonriente, la rodea un grupo de personas que le cantan feliz cumpleaños. Junto a ella, aparece otra niña, tal vez, un año mayor, que debe ser su hermana. Cuando toca apagar las velas, la agasajada se inclina, pero la otra se le adelanta y sopla primero, las apaga por ella. Esto da pie a que la más pequeña se enfurezca y la tire del pelo. Usted debe haber visto este video, que describo, y, seguro, recuerda la reacción de la desgreñada, en lugar de molestarse o llorar, se muestra desafiante, feliz, mientras, la otra llora a moco batido.

DESPUÉS DEL CHISTE Chistoso, el incidente, pero terrible si lo proyectas en el tiempo. ¿Cómo será la relación de esas hermanas, una de las cuales no le permite a la otra ser el centro de atención ni siquiera el día de su cumpleaños? ¿En qué clase de adulto se convertirá esa muchachita dispuesta a soportar jalones de pelo solo por aguarle la fiesta a la otra? ¿Qué acumulará, en su corazón, cuando no pueda seguir arruinando fiestas ajenas y solo le quede mirar?

SOBERANOS ABSOLUTOS Algunos padres contribuyen a crear soberanos absolutos. Esos niños, dueños del mundo, capaces de despreciar a los abuelos, insultar a los tíos, agredir a los hermanos y humillar a sus profesores y compañeros de clases, empezaron siendo los mimados de la casa. Esos a quienes les asiste el derecho a las cosas de los demás, pero dueños de juguetes, libros y ropas, sagrados, que nadie puede tocar.

PADRES LACAYOS Así se forja una personalidad inmadura, siempre, poco dispuesta a ponerse en los zapatos ajenos, llena de egoísmo, convencida de que un dolor de cabeza suyo es más importante que cualquier mal que padezca el otro. Al convertirse en adultos, estos pequeños, salen del hogar a buscar súbdito que le rindan la misma pleitesía que recibieron de sus lacayos, sus amorosos padres. Pero, en la calle, los reyes son otros, y nadie cede su trono, ni se agacha, ni se sacrifica, por complacerles. Y ahí empieza el drama.

SOLOS Se quejan de su mala suerte, por la injusticia de que otros tengan lo que ellos no han recibido. Responden con una mirada insatisfecha ante la generosidad ajena. Incapaces de reconocer gestos de cariño, de afecto, porque nunca son suficientes para sus majestades que esperan, exactamente, lo que han pedido, ni un pelo menos, como les acostumbraron. Un día, estas personas, alérgicas a los límites y a los no, pierden la capacidad de amargarle la fiesta al resto del mundo, apagando las velas que no les corresponden, porque ya nadie los invita a las fiestas. Se quedan solos, rumiando su dolor de soberanos destronados que antes fueron niños malcriados.

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