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REALIDAD Y FANTASÍA

Cómplice de los amores de antaño

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

En el jardín de la Casa de Tostado hay un pozo que encierra una bella y romántica leyenda. Este pozo, utilizado para almacenar el agua que brotaba de las entrañas de la tierra, conque se suplía la familia que habitaba la mansión, fue testigo del final de los amores desgraciados de la hija de la casa con un mozo muy bien plantado que se enamoró de ella la primera vez que la vio, cuando salía para misa, acompañada de una sirvientica de la casa.

Mariana, que así se llamaba la muchacha, miró al joven de reojo y no pudo evitar que su corazón diera un vuelco. Fue así como el muchacho decidió rondar la casa con la esperanza de volver a ver a la joven. Poco a poco, el atractivo muto provoco que Mariana se las ingeniara para salir a la calle, acompañada siempre por la vigilante sirvienta y pudiera así trabar amistad con el mozo. Se trataba de un miembro de la milicia haitiana, la que, a la sazón, prestaba servicio en la ciudad de Santo Domingo, invadida desde hacía tiempo por los ejércitos del vecino país. Jean Claude era un mulato claro, nieto del general Leclerc, enviado por Napoleón Bonaparte a pacificar a Haití que era en esa época, el granero de Francia. El emperador necesitaba a la colonia para suplir a sus ejércitos, enfrascados en guerras de conquista por toda Europa. Este vistoso y celebre general tuvo amoríos con una bella haitiana, Jean Claude fue el fruto de ese romance.

El joven, además de ser muy bien plantado, poseía una exquisita educación, lo que enamoró aún más a la jovencita Mariana. Así trascurrieron los meses, con los enamorados viéndose furtivamente, gracias a la complicidad de la acompañante que velaba para que nadie sorprendiera a su amita en medio de sus coloquios amorosos. Los enamorados elaboraron planes para fugarse y casarse en algún lugar para luego emprender viaje a Francia. Sabían que los padres de Mariana nunca consentirían a un matrimonio con un haitiano, aunque fuese nieto del ilustre general.

Jean Claude había hecho estrecha amistad con varios jóvenes dominicanos, los que le hablaron reiteradamente de los deseos que tenían de ver a su tierra libre de invasores. El joven, que había sido educado en Francia, comprendía esos anhelos y estaba desoso de ayudar a sus amigos en lo que fuera menester para lograr la ansiada liberación. Así fue como se involucró en una conspiración que luego se llamaría de Los Alcarrizos.

Lamentablemente, la conspiración fue descubierta y la guardia haitiana procedió a apresar a los integrantes del complot. Jean, avisado, corrió donde su novia con el ánimo de despedirse apresuradamente antes de emprender la fuga. La aciaga suerte hizo que un guardia, advertido de su complicidad en la conspiración, lo siguiera sigilosamente. Mariana, asomada a la ventana, se dio cuenta del peligro que corría su enamorado y se apresuró a abrir la puerta del jardín, haciéndolo penetrar y luego escondiéndolo en el pozo, en el fondo del jardín. El guardia había convocado a otros congéneres, y penetraron a la fuerza en la casa, revolviéndolo todo en su búsqueda del prófugo; al no encontrar nada, dieron una vuelta por el jardín y, frustrados, decidieron disparar a las profundidades del pozo, como medio de amedrentar a los espantados habitantes de la casa y a los vecinos. Las balas alcanzaron al joven conspirador, matándolo en el acto. Los padres de Mariana fueron apresados acusados de complicidad y, tras muchas dificultades, lograron ser puestos en libertad. Mariana, rotos su corazón y sus ilusiones, ingresó en un convento, en donde permaneció hasta su muerte.

Pero el pozo acogió el espíritu del martirizado enamorado, que en la noches de luna vaga por el jardín y la casa, buscando a su amada Mariana. Dicen los que lo han sentido que susurra su nombre y entona una triste canción…

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