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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Que en la reforma policial ‘escuchen’ los ruidos

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Marta QuélizSanto Domingo, RD

Ha quedado demostrado que darle la responsabilidad de “silenciar” la ciudad al Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad (9-1-1) no ha funcionado. Llamar a este número y marcar la opción ‘2’ es como darle riendas sueltas a la impotencia. Una por la bulla que te hace acudir a ellos, y otra por la burla de quienes toman el teléfono, te hacen un reporte y nunca llegan. Al parecer las autoridades no se han detenido a pensar qué tan peligrosa puede resultar esta combinación que lleva a la desesperación en potencia.

No han medido las consecuencias

No es que no le corresponda al 9-1-1 el tema de los ruidos. Claro que sí, tiene que ver con este sistema, porque por si no lo sabían, la contaminación acústica es un problema de salud que se ha convertido en una epidemia en este país sin que las autoridades hayan encontrado la forma de “agarrar al toro por los cuernos”. Nadie se imagina lo que puede producir en una persona, en una comunidad… la exposición a la música a todo volumen y por un tiempo tan prolongado como lo tuvimos que soportar los vecinos del Ensanche Quisqueya el fin de semana, desde la tarde hasta pasadas las 5:00 de la mañana. Y esto le sucede a muchas otras personas que no tienen igual que nosotros, quién les escuche.

¿La reforma incluirá este tema?

Me hago esa pregunta. Y como no me asemejo a la respuesta, porque aquí siempre se le ha restado importancia a la contaminación acústica, prefiero ir a una ciudad fabulosa donde el respeto a los demás está por encima de un rango, de un cargo, de una alta posición… Allí no obligan a nadie a escuchar lo que no quiere. Quienes desean disfrutar la música a altos decibeles, preparan sus áreas para ello sin la necesidad de llegar a la violencia o perder un vecino por este tipo de exabrupto. En este lugar fabuloso las autoridades no juegan con el silencio. Saben que en él está la paz social y lo proporcionan a como dé lugar. No hay que rogarle a nadie para que escuche un reclamo. Es un derecho que les asiste a la persona y a la comunidad.

Regreso forzoso a la realidad

Ante el ensordecedor ruido, volví a la realidad de nuestro país, donde la inoperancia es escandalosa, donde nadie se conduele del “sueño ajeno” y donde ni la pandemia le ha puesto freno a un problema al que nadie ha podido darle solución. Barrios que dominan su escenario sin que los agentes policiales los detengan, colmadones que se adueñan de la tranquilidad sin que nadie tome carta en el asunto, vecinos que no respetan, y un 9-1-1 que se burla del usuario están acabando con el sosiego de la gente. Ojalá, y en la reforma que busca concretar el presidente Luis Abinader, se escuche el “ruidoso” problema de la contaminación acústica.

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