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Que puedan brindar

Fue hace tres o cuatro años. Salí, con mis hermanos de comunidad, a celebrar la Pascua de Resurrección, que marca el final de la Semana Santa. Hasta ese día, había asociado el ayuno con cristianos adultos muy comprometidos. Entonces, junto a nosotros, un grupo de jóvenes levantaron cervezas y celebraron, con alegría, que se acabó el ayuno de Cuaresma y podían brindar. Se habían pasado cuarenta días sin probar alcohol. La verdad es que, aunque nunca he sido bebedora, tampoco se me ocurrió intentar un sacrificio así cuando era joven.

Las habichuelas De hecho, una de las razones por la que me gustaban la Cuaresma y la Semana Santa era por las habichuelas con dulce, que no tienen nada que ver con ayuno, sino, todo lo contrario. Los Miércoles de Ceniza, nuestra casa cobraba un olor especial que yo percibía desde la puerta de entrada. Por mucho tiempo, fui indiferente a que iniciaba la Cuaresma, debo reconocerlo, y me parecía complicado el calendario cuaresmal cuyo punto de arranque era ese miércoles que a mí me gustaba por las habichuelas.

No ayunaban Recuerdo que ese olor dulzón iba tirando de mi nariz, por el camino, desde que salía del colegio Nuestra Señora del Rosario, donde estudiaba, hasta llegar a la casa. Todos los vecinos hacían habichuelas y si alguien ayunaba, a excepción de los días señalados en que no comíamos carne, la verdad, debió hacerlo como manda la Biblia, sin alboroto, porque nunca lo noté. Eximirnos de la carne es el único sacrificio que recuerdo, el cual era compensado por un menú variado y sabroso, tenía poco de penitencia.

Parece tonto Muchos cristianos han vivido su fe así. Para algunos, privarse de cualquier cosa, hasta de la carne por un solo día, parece tonto. Lo cierto es que, esos jóvenes, que no tomaron cervezas durante cuarenta días, fortalecieron su carácter. El ayuno, de cualquier cosa que nos guste, nos ayuda a disciplinarnos, a ejercitar el autocontrol, el dominio propio. Además, con la penitencia, la autocomplacencia sale y dejamos espacio para que entre Dios. Conozco testimonios de personas que, tras el ayuno, han sentido una gran paz interior, una comunión con Dios muy especial. Otros, a través del ayuno, han arrancado milagros, con todas sus letras.

Tres pilares En este tiempo difícil de pandemia, los tres pilares de la Cuaresma, lucen imprescindibles: ayuno, oración y limosna. Pero, en nuestra sociedad, noto dos extremos: los que ni siquiera recordaron que el pasado miércoles inició la Cuaresma y los que la asumen con todo el rigor y compromiso. Espero que esos últimos, dentro de 40 días, puedan brindar por el final de un ayuno fructífero para la salvación de sus almas.

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