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REFUGIO

Las virtudes y la Administración Pública

Estar en la Administración Pública implica la espinosa tarea de una constante reflexión. No es un simple empleo, donde das tu fuerza de trabajo y te pagan un salario, sino que es una actividad que va más allá de la remuneración, porque es la oportunidad de hacer que las cosas mejoren en la sociedad, sin importar el cargo.

Las entidades del gobierno son lugares variopintos, donde se encuentran personalidades distintas, y donde desde la máxima autoridad hasta el cargo de menor jerarquía tiene el mismo derecho de estar ahí, porque nos pertenece a todos y a todas.

A diferencia del sector privado, el empresario o empresaria busca personas que le hagan crecer su empresa y aumentar sus riquezas. El “espíritu” de la “cosa” pública es satisfacer las necesidades de las personas. Por eso la importancia de que los colaboradores comprendan su rol, y de una forma cultivarle el sentido que recoge estar ahí. Pues no es algo que viene con ello, sino que se enseña.

Este conocimiento no puede basarse sólo en lo técnico, sino que es primordial que se abran espacios de reflexión sobre temas tan trascendentales como ética, la integridad, y el fortalecimiento de valores y virtudes del “debe ser”. ¿Por qué decimos esto? Porque en ocasiones no existe una coherencia entre las capacidades intelectuales, y la calidad humana, situación recurrente en las instituciones.

Todo esto me traslada a pensar en las virtudes aristotélicas. Aristóteles consideraba la “felicidad” como el fin último de todos los actos humanos. Vivir de forma virtuosa es la única forma de alcanzar este bien supremo.

Para este filósofo cultivar las virtudes es una necesidad porque es el modo por el cual nos hacemos buenos, porque esas acciones se convierten en agradables y hermosas. En el ámbito de la administración pública, una servidora o servidor púbico virtuoso es aquel o aquella que pone en práctica la rectitud, pero basado en la justicia, la recta razón, y la prudencia.

¿Qué es la virtud? Aristóteles sostenía que es un hábito de carácter racional, que consiste en el justo medio. Por ejemplo: la valentía es el justo medio entre la cobardía y la osadía.

Establecía había dos tipos de virtudes: Las éticas, calificando entre los más importes, la fortaleza, la templanza y la justicia. Las virtudes éticas son adquiridas a través de las costumbres y consisten, en el dominio de la parte irracional del alma (lo sensitivo).

Y las dianoéticas, que corresponden a lo racional porque son propias del intelecto. Su origen no es innato, sino que se van aprendiendo a través de la educación o la enseñanza, como lo son: la sabiduría y la prudencia.

En su libro Ética a Nicómaco, donde presenta la ética de la virtud, explica que estamos orientados por nuestra naturaleza hacia la felicidad, pero ésta sólo se alcanza mediante la práctica de las virtudes. Es decir, actitudes de equilibrio en todos los ámbitos de la vida humana, como son:

La fortaleza: Los colaboradores públicos deben sembrar la capacidad de resistirse a las situaciones difíciles. Enfrentar retos y vencer la incertidumbre. Aprender a mejorase y potencializarse.

La templanza: Es la virtud del autodominio y de la justa medida. Nos hace reconocer y llevar las riendas de nuestros propios actos. Emplear la moderación para todo.

La justicia: Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que corresponde. Hace referencia a la rectitud y nos obliga a respetar los derechos de los demás. A esta le agrego la justicia social, en especial, porque la Administración Pública y todos sus actores, están llamados a conseguir la convivencia pacífica y el progreso del país, por lo que debe promover el reparto equitativo de los bienes y los servicios públicos, eliminar la pobreza y la desigualdad.

La sabiduría: Es el conocimiento basado en la experiencia, regido por la conformidad del obrar y del saber. Pitágoras decía que la sabiduría es el conocimiento supremo.

La prudencia: Es la virtud que dispone discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios para realizarlo. Son, por tanto, actos de la prudencia el juicio sobre cuál es la acción más adecuada para alcanzar el bien, y el mandato para llevarla a cabo. La prudencia está relacionada con la inteligencia; más aún, radica, según enseña la tradición filosófica, en la razón práctica, es decir, en la razón en cuanto que se orienta y vuelca hacia la praxis, hacia la acción. Pero presupone el deseo y el amor del bien.

Para terminar, dejo una frase de Kant en su obra La Metafísica de las costumbres: “La virtud es la fuerza máxima del ser humano en el cumplimiento de su deber”.

____ Sylvanamarte@hotmail.com

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