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“Comida Caliente”, otro aporte de Tzu Chi para desvalidos

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Shaddai EvesVilla Hermosa, La Romana

Desde septiembre de 1998, cuando su­cedió el huracán George que azo­tó fuertemente el país, llegaron los voluntarios de Tzu Chi a La Romana, una funda­ción taiwanesa que brinda apoyo a más de 50 países arrasados por la pobreza, inundaciones, terre­motos y otros desastres.

En ese entonces, realizaron cola­boraciones con operativos de servi­cios médicos gratuitos y entrega de suministros, la fundación Tzu Chi había llegado al país para quedarse y contribuir con más causas sociales.

La empobrecida comunidad ru­ral de La Romana en la que se asen­taron, dejo de ser un vertedero donde los lugareños arrojaban por doquier sus desperdicios, para con­vertirse en una comunidad prospe­ra que creció en voluntarios de la misma zona y que contribuye con el medio ambiente.

La división en el país quedó ins­taurada en febrero de 1999, se construyó la Escuela Primaria Tzu Chi al año siguiente y hoy, apega­dos a su misión humanística y de caridad acogen en tiempos de Co­vid-19 a los ancianos desprotegi­dos y expuestos a la pandemia de la comunidad Villa Hermo­sa, con el proyecto “Comida Caliente”.

El proyecto

“Comida Caliente”

Al oeste del pueblo de La Romana está el poblado que lleva por nombre Juan Pablo Duarte, donde se lleva a ca­bo Comida Caliente. En un barrio a seis kilómetros de la ciudad en el municipio de Villa Hermosa.

Desde tempranas horas de la mañana, específicamente a las 7:30 a. m., todos los miércoles ya están reunidas en casa de Nirca, una de las voluntarias de Tzu Chi, el grupo de cocineras que tam­bién son voluntarias, compuestas por Narcisa, Bienvenida, Nuris, Francis, Jo­celyn y Yaquelyn para preparar el almuerzo de los ancianos en todo el sector.

Tienen destinado en la casa de Nirca para Comida Caliente un pequeño rincón de su marquesina que han adornado con un estante, dos mesi­tas, la estufa de barras de metal donde se en­cienden los ti­tánicos calde­ros y un papel tapiz para cui­dar las pare­des.

Para ejecutar la labor se repar­ten las tareas co­mo equipo. Mientras unas están cortando las verduras, otras están fre­gando los embaces reusables donde se les lleva la comida a los longevos, algunas van en busca de los ingredientes restantes que faltan para la comida y llevándo­les víveres de desayuno a los en­vejecientes.

“Ya cuando llegamos a casa de Nirca están las habichuelas blan­ditas que sólo hay que hacer el otro procedimiento”, cuenta Nar­cisa, cabeza de la Cocina.

En la cocina se toman medidas sanitarias por el covid y por el ca­rácter del proyecto. En casa de Nir­ca tienen termómetro infrarrojo y rociadores de alcohol y lo mismo con los alimentos y los trastes, le dan la higiene que requieren.

“Este proyecto desde el primer día que la hermana me dijo, fue algo que me entusiasmó mucho y yo decía: “Wow, una persona que está en el otro lado del mundo se preocupa y piensa por los demás. Nosotros que vivimos en nuestro propio sector y que tenemos la oportunidad de ayudar a las per­sonas de nuestra comunidad, có­mo decir no?”, explicaba Narcisa.

Se preparan 51 comidas, la misma cantidad que es distribui­da a las personas mayores. Un grupo selecto que lo necesita. To­dos ellos tienen condiciones limi­tantes. Algunos han sido aban­donados por sus familias o no las tienen, son no videntes y no tie­nen la capacidad motora para lle­var a cabo por ellos mismos sus quehaceres, no cuentan con el sustento para comer, entre otros.

Por qué el nombre de

“Comida Caliente”

El nombre de Comida Caliente está dado así porque salen pun­tuales a repartir, hasta 20 minu­tos antes de las 12 m., ya que el recorrido que hacen por el sector con la comida es a pies, extenso y retirado, contaba el equipo de las señoras cocineras.

“Ya a las 12:00 o 12:10 están todos los ancianos con su comida caliente en casa. Se trata de llevar temprano, para que a la hora de almuerzo esté caliente”, comenta Wilfrido, otro de los voluntarios.

“Cuando nosotros vamos don­de esas personas a llevarles esas raciones de comida son tantas las bendiciones que llegan y a veces uno dice: Ay, es tan poquito, pero para ellos ya eso es mucho”, ex­presa Narcisa. Sin importar sol o lluvia, todos los miércoles no pue­den faltar Comida Caliente de Tzu Chi en esos hogares.

A la hora de servir la comida, al menos unas 5 personas las distri­buyen en los recipientes que están debidamente diferenciados con los nombres de los señores. Cuando llega la hora de irse las amas de ca­sa se llevan las cantinas de los an­cianos que les corresponden y van por variadas sendas.

El menú

Todos los miércoles los ancianos esperan pacientes la entrega de su comida vegetariana que cada semana es diferente.

“Hay una familia que los miér­coles no cocina porque ellos sólo son dos y se les llevan dos racio­nes”, revelaba una de las cocine­ras.

El menú incluye comida tra­dicional dominicana: Arroz blanco, habichuelas, ensalada de coditos en espiral, berenje­na, huevos hervidos, ensalada verde.

Promueven el vegetarianismo como parte de las enseñanzas bu­distas de la maestra Cheng Yen en su preocupación cuidar el medio ambiente.

SEPA MAS

Un proyecto que va allá de la voluntad

Tras tres años de realiza­ción de Comida Caliente, sus colaboradores coinci­den con que es un proyec­to que no se reduce sólo a la voluntad humana, si­no que trasciende como el significado mismo de Tzu Chi, palabras compuestas que se traducen en “Amor, compasión-alivio”.

“Lo hacemos con amor, con la certeza de que no nos lo van a agradecer, no queremos que nadie nos lo agradezca, sino que no­sotros lo hagamos para el bienestar de nuestra co­munidad porque conoce­mos personas y sabemos cuántas necesitan que al­guien les lleve eso y si no­sotros tenemos en nues­tras manos la oportunidad de llevarlo, hay que hacer­lo”, explica Narcisa.

“Son ancianos, eso noso­tros lo hacemos con un amor, con algo que sale de adentro, miércoles tras miércoles.

Yo vivo esto. Tu vivir esto es una gran emoción”, ex­presa Wilfrido.

De la misma manera, se muestran agradecidos con la realización de proyec­to a pesar de lo difícil que en ocasiones ha sido man­tenerlo.

“El objetivo de esto no fue que iba a ser fácil. Nadie dijo que iba a ser fácil y na­da de las cosas que noso­tros podemos hacer en la vida es fácil y yo soy de las que piensa que las cosas que son fáciles se terminan rápido, porque uno no lo valora y no le pone el valor que en realidad debe po­nerle. Las cosas fáciles co­mo se desvanecen rápido”, explica Narcisa.

“Gracias a Dios nuestro proyec­to se ha realizado y lo hemos hecho muy seguido, todos los miércoles. Todos los miérco­les los visitamos, trabajamos en conjunto y lo hacemos con mu­cho amor”, concluya.

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