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REALIDAD Y FANTASÍA

El Agua y Luz

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

En los últimos días se ha estado hablando por la radio y la televisión sobre el teatro Agua y Luz. Arquitectos de nueva generación tuvieron la osadía de proponer que el edificio fuese demolido y que en los terrenos se construyera ¡un parqueo! Fue mi abnegada cocinera Emma la que me anunció sobre la discusión en un programa mañanero.

La nueva generación de profesionales, muy diestros y bien preparados sin ninguna duda, carece, sin embargo, de una cultura general sobre los bienes culturales que poseemos en el país. No se trata tan solo de las edificaciones centenarias de la Zona Colonial y otras de esa misma época, situadas en diferentes puntos de nuestra geografía. También el país posee bienes culturales de épocas más recientes y no por ello menos valiosos. El teatro Agua y Luz es uno de ellos.

Abandonada a su suerte durante muchos años, la estructura se mantiene, aunque deteriorada. Las fuentes bailarinas, acompañadas de música y luces de colores, que constituían su principal espectáculo, lamentablemente, dejaron de funcionar. Sin embargo, este teatro, remanente de otras épocas y que constituyó la nota esplendorosa en su momento, puede rehabilitarse y destinarse a funciones a tono con la demanda y necesidades de un público y un turismo que volverá, Dios mediante, en mayor cantidad, en cuanto la vacuna nos libre del flagelo que mantiene atribulada a toda la humanidad.

El teatro Agua y Luz fue construido a semejanza de uno existente en Barcelona en ocasión de los trabajos preparativos de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, organizada para celebrar los 25 años de la era de Trujillo. Se contrató al arquitecto Carles Buigas i Sanz, quien había diseñado y ejecutado la edificación y las fuentes de Barcelona. Este a su vez trajo en su equipo a José Larrosa y sus tres hijos, quienes se encargaron de la ejecución de las obras. 355 chorros de agua bailaban al ritmo de valses, en tanto eran iluminados por luces de diversos colores para completar el espectáculo.

Una edificación como esta debe ser restaurada y llevada a su esplendor original, no solo por el valor que tiene como icono de una época, sino por su gran atractivo. De la nefasta era de Trujillo heredamos construcciones de diversa índole que constituyen un patrimonio de un momento que hace parte de nuestra historia, como lo son el Palacio Nacional, el Congreso, la iglesia de San Cristóbal con los murales de Vela Zanetti, y otras muchas edificaciones. El teatro Agua y Luz merece y debe ser restaurado para disfrute de los ciudadanos y de aquellos que nos visiten.

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