FÁBULAS EN ALTA VOZ
¿Y tú, vives realmente tu vida?
Sobre todo en estos tiempos de pandemia, he escuchado a más de uno decir: “Me he transformado”, “esta situación me ha servido para cambiar”, “a partir de ahora me transformaré”… En fin, comentarios que parecen ser reflexivos y que van en búsqueda de un resultado de bienestar para ser un mejor ser humano. Sin embargo, algunos casos dejan ver que, en efecto, ha habido tal transformación, pero no de la manera que debería ser. Durante esta crisis hemos visto el verdadero rostro de la gente.
El verdadero “yo” Viajando a una ciudad fabulosa pude notar que no siempre mostramos lo que somos, que pocas veces dejamos ver el rostro real que tenemos y, que es en momentos difíciles donde ciertamente queda al descubierto nuestro verdadero yo. Con detenimiento, vi a los ciudadanos de este lugar sin poses, sin subirse a un personaje que no le corresponde. Los vi ser simplemente feliz.
La esencia de lo que somos A veces por querer llenarles los ojos a los demás y vivir una vida que no nos corresponde dejamos pasar momentos simples, felices y de calidad al lado de personas repletas de buenas vibras, de valores y de amor. En esta ciudad fabulosa que hoy visito, no es así. Desde lo que tienen y desde lo que son viven la vida y la disfrutan a plenitud porque no hay otra, es esta. Su transformación no la hacen para ser mejor o peor ser humano, sino para recargar energía y conservar la esencia de lo que son.
Hoy más que nunca La situación por la que estamos atravesando ha sacado las miserias de muchos de nosotros y por supuesto, también nuestras virtudes. ¿Quién de nosotros no se ha sorprendido al ver que fulano era más noble de lo que creíamos o tal vez, más cruel de lo que aparentaba? Sé que muchos hemos visto este tipo de cambios, que no son transformaciones. En definitiva, somos como somos, solo nos dejamos de serlo para lograr un objetivo y, una vez alcanzado, volvemos a posición anterior. Lo importante es que estamos a tiempo de vivir nuestra vida, la que nos toca, la que nos regaló el Señor, no la que queremos, la que creemos que nos merecemos y la que buscamos lograr a través de una errónea transformación. En la ciudad fabulosa nos pueden enseñar a estar cómodos con la que nos corresponde.