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FOLCLOREANDO

Tiempo de paciencia y solidaridad

En estos tiempos nos hemos vueltos, yo diría, hasta inconscientes produc­to de la pandemia que nos ha azotado, que incluye cuarentena, mascarillas, “manitas limpias, distanciamiento, es­perar turnos no solo en una fila sino turnos de citas por teléfono de toda índole.

Larga espera Estando recientemente en Santo Domingo observé el manejo en los restaurantes, que ahora se dilatan más de la cuenta en atendernos para darnos servi­cios. Pues ya en Panamá, como en otros países es­tá sucediendo lo mismo y si no es así esos estableci­mientos ya lo han clausurado.

Como para llevar Ya he visitado varios restaurantes que el servicio es lento, además de que los platos, cubiertos, sorbetes (calimetes o pajillas) son biodegradables, pues ayer, en uno de esos establecimientos nos sirvieron el pe­dido como si nos lo fuéramos a llevar, tapado, pe­ro almorzamos allá mismo. Cada pedido que hacía­mos, de café, jugo, u otro plato esperamos bastante tiempo.

Asunto económico Nos ha tocado ver y vivir la transformación de la cultura, a consecuencia de un fenómeno que ha ocurrido hace menos de un año. Estos restaurantes están llevando un protocolo para no contagiarse ni contagiarnos, pero también por lo económico. Re­sulta que los envases y los cubiertos son biodegra­dables, hay menos personal en la cocina y en el ser­vicio, lo que da lugar a que esperemos más, pero los propietarios no tienen tantos recursos para pagarles a los trabajadores, incluso se les ha bajado el sueldo y/o el horario, porque muchos de los clientes no es­tán yendo frecuentemente a estos lugares y es por la misma razón.

Ir preparados Entonces, este es el momento de que nos toque ser más pacientes con los dueños de los negocios, y más solidarios con sus pocos empleados, demostrándo­les de cualquier forma que estamos complacidos, que no nos vamos a desesperar. Le agrego también que antes de dirigirnos a esos sitios nos tomemos un vaso de agua con algo sólido, como yo hacía con mis hijas antes de llevarlas a los cumpleaños para que no “velaran” y esperaran pacientemente que partie­ran el bizcocho.

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