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Cuando los padres o madres se quedan sin trabajo, sus hijos también sufren

Pero a veces hay consuelo.

Gregory Pike ayuda a su hija Makayla, de 6 años, con el trabajo escolar en su casa cerca de Las Vegas, Nevada, 1 de octubre de 2020. (Bridget Bennett/The New York Times)

Gregory Pike ayuda a su hija Makayla, de 6 años, con el trabajo escolar en su casa cerca de Las Vegas, Nevada, 1 de octubre de 2020. (Bridget Bennett/The New York Times)

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The New York TimesSanto Domingo

Gregory Pike, un padre soltero que vive en Las Vegas, lleva seis meses sin un empleo fijo y se ha retrasado en el pago de la renta y los servicios públicos, ha pedido prestado dinero que no puede pagar, ha recurrido a la caridad y vales de alimentos, además de preocuparse de que sus problemas afecten el futuro de su hija.

Estudios que datan de la época de la Gran Depresión advierten que el desempleo de los padres pone a los niños en una situación precaria: cuando las finanzas disminuyen y aumentan las tensiones de los adultos, a los pequeños les suele ir peor en la escuela y sufren estrés psicológico, lo cual reduce sus posibilidades de éxito en la edad adulta.

Pero, a pesar de los problemas que ha vivido desde marzo —cuando el coronavirus acabó con su trabajo—, Pike ha encontrado un consuelo inesperado: tiempo con su hija de 6 años, Makayla, a quien lleva tres años criando él solo.

“Si bien esta pandemia me ha traído muchas dificultades e incertidumbre, también ha sido una especie de bendición, pues me ha permitido concentrarme en la crianza de mi hija”, dijo Pike. “Las cosas están mal pero también están bien. Nos ha acercado mucho más”.

Puesto que el desempleo parental hace poco alcanzó una cifra récord, el riesgo para los niños es formidable. En abril, casi el 22 por ciento de los niños tenían un progenitor desempleado, el porcentaje más alto del que se tiene registro, de acuerdo con Zachary Parolin, investigador de la Universidad de Columbia que analizó algunos datos a solicitud de The New York Times. Para agosto, ese porcentaje se había reducido a la mitad de lo que era, pero seguía siendo parecido a la cifra de la Gran Recesión, además era mayor dentro del subgrupo de niños negros y latinos.

Ningún lugar ha sentido el impacto con mayor profundidad que Las Vegas, donde en los últimos meses el porcentaje de niños con un progenitor desempleado ha sido casi del 36 por ciento en promedio. Aunado a los cierres escolares y el miedo al contagio, las cicatrices del desempleo parental podrían ser muy marcadas.

“Esos niveles de desempleo son enormes”, dijo Jennie E. Brand, socióloga de la Universidad de California, campus Los Ángeles. “En estas familias están pasando muchas cosas de las cuales será difícil recuperarse”.

En unas entrevistas recientes, algunos padres y madres de Las Vegas coincidieron con la opinión de los expertos de que su desempleo ponía en riesgo a los hijos. Pero, al igual que Pike, muchos también dijeron que el tiempo en familia del que ahora gozaban tenía sus recompensas, como si apenas se dieran cuenta de lo poco que lograban estar juntos en sus ajetreadas vidas de antes.

Suele hablarse del “conflicto trabajo-vida personal” como un problema de las clases privilegiadas, pero es probable que lo sufran más los trabajadores poco remunerados, con sus horarios impredecibles, menos ayuda con quehaceres como cocinar y limpiar y pocas opciones económicas. Pasar ahora más tiempo con sus hijos les ha recordado a algunos padres de bajos recursos de lo que se han estado perdiendo.

“Sabes, he llegado a conocer a mis hijos mucho más”, dijo Aileen Kelly, madre soltera de cinco hijos que al inicio de la pandemia perdió su empleo como ama de llaves de un casino. “Cuando estás trabajando no sientes realmente que estás criando a tus hijos. Los estás manteniendo, pero no les estás enseñando”.

Tales recompensas no reducen los riesgos que trae consigo el desempleo (por ejemplo, Kelly ahora comparte casa con una amiga, en un apartamento con 10 niños), pero sí ofrecen una ventana a una contrariedad en la vida de las familias pobres que suele pasarse por alto.

“Incluso cuando los padres encuentran trabajo al poco tiempo, de todos modos hay efectos negativos”, dijo Brand.

Una explicación es la falta de ingresos, pues es más difícil para los padres costear desde comida hasta clases de deportes. Otra explicación es mayor estrés, lo cual a su vez aumenta el riesgo de que los padres y madres se depriman o sean duros con sus hijos.

Por lo general, al quedarse desempleados los hombres son más susceptibles que las mujeres a sufrir de bajo autoestima, por lo cual los padres sin trabajo son una amenaza mayor a la armonía familiar, según encontró Brand en un análisis de estudios sobre desempleo. Dijo que los trabajadores pobres se enfrentan a mayores peligros económicos, pero los trabajadores adinerados tienen más probabilidades de sentir el despido como un golpe a su identidad.

El riesgo que dicho desempleo representa para los niños podría depender de la red de seguridad de cada uno, que al inicio de la pandemia aumentó significativamente pero ahora se está contrayendo.

Cuando Maria Guerrero, una madre soltera de Las Vegas, perdió su empleo en una empresa de alimentos para aerolíneas en marzo, su seguro de desempleo tardó dos meses en llegarle. Como estaba preocupada de que perdería su casa, empezó a desesperarse con su hija de 14 años.

“Te da ansiedad, te da depresión, no duermes bien, pensando en si te van a desalojar de tu casa”, dijo. “Estaba tan frustrada que me desquitaba con mi hija. Me decía: ‘Siempre estás de mal humor, siempre estás enojada’”.

Cuando su cheque del seguro de desempleo le llegó, remplazaron su salario hasta julio y el conflicto en casa cesó. “La relación mejoró cuando pude cumplir con mis pagos otra vez”, dijo Guerrero. “Comemos juntas, nos llevamos bien. Esta pandemia ha vuelto más estrecha nuestra relación”.

Tres investigadores de la Universidad de Chicago, Ariel Kalil, Susan Mayer y Rohen Shah, hace poco encontraron que las ayudas gubernamentales habían reducido el daño causado por el desempleo durante la pandemia. Encuestaron a aproximadamente 600 madres solteras de bajos ingresos antes y después de que comenzara la crisis.

Las que perdieron sus ingresos reportaron mayor depresión y estrés e interacciones negativas con sus hijos, pero solo si sus ingresos disminuyeron. Las madres sin empleo que remplazaron sus ingresos con ayudas del gobierno o con alguien más trabajando en casa, no sufrieron consecuencias. Al contrario, esas madres dijeron que las interacciones con sus hijos habían mejorado.

La tasa de desempleo parental en abril —el 21,7 por ciento de los niños tenía un padre o madre desempleado— rompió el récord mensual anterior del 16 por ciento, que databa de enero de 1983. En el momento culmen de este año, eso fue cerca de 16 millones de niños.

“Eso de verdad es un número alarmante”, dijo Parolin, el investigador de Columbia. “Incluso si los padres regresan a trabajar al poco tiempo, yo no subestimaría el costo psicológico del desempleo, sobre todo en el contexto de la pandemia”.

El desempleo en los progenitores varía mucho dependiendo de la raza, pues en agosto los niveles entre los niños negros (el 16, 2 por ciento) y latinos (el 14,3 por ciento) era casi el doble del de los niños blancos (el 8,3 por ciento). Asimismo, el desempleo es mucho mayor entre trabajadores con menos formación que en los graduados universitarios y más alto entre madres que padres, lo cual ha revertido la tendencia hacia la equidad de género en los salarios.

“Si no hay escuela, lo más común es que sean las madres que dejen de trabajar”, dijo Parolin.

El desempleo parental excedió el promedio de cinco meses del 20 por ciento en una docena de áreas metropolitanas importantes, como Nueva York, Los Ángeles, Miami, Boston, San Francisco, Detroit y Orlando, Florida. Encuestas recientes de la Oficina de Censos de Estados Unidos mostraron que las familias con un padre o madre desempleado tenían el doble de probabilidades de incumplir en la renta o carecer de alimentos suficientes.

Un cuestionario reciente del Times, distribuido por Fresh EBT, una aplicación móvil que ayuda a la gente a administrar sus bonos de alimentos, le preguntó a padres y madres cómo la pandemia había afectado la relación con sus hijos. Muchos se lamentaron por el dinero que habían dejado de ganar, pero al mismo tiempo agradecían poder pasar más tiempo en familia.

“Tenemos dificultades económicas, pero nos hemos vuelto más cercanos”, escribió una madre de Carolina del Norte.

“Nos encanta el tiempo que pasamos juntos, pero soy un padre soltero y necesito trabajar”, escribió un padre de Washington.

“Nos hemos beneficiado de pasar más tiempo juntos, pero no tener dinero no es bueno”, una madre soltera de Míchigan escribió. “Nos van a echar de la casa”.

Gregory Pike ayuda a su hija Makayla, de 6 años, a prepararse para su día de escuela virtual en su casa cerca de Las Vegas, Nevada, el 1 de octubre de 2020. (Bridget Bennett/The New York Times)