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La historia de los cobertores San Marcos: La cobija del tigre

La cobija en piel de tigre. Astrid Sánchez/ Paco Vite

Almudena BarragánMadrid, España

Cuando en México bajan las temperaturas llega el momento de poner una o dos cobijas en la cama y cubrirse hasta la nariz. Desde hace décadas, los cobertores San Marcos, o la cobija del tigre -como muchos la conocen- es el mejor remedio contra el frío. Pese a que la fábrica que las producía en Aguascalientes cerró en 2004, el cariño a estas mantas continúa y se ha convertido en algo que las familias heredan de generación en generación.

“Cuando te pones estas cobijas son como el abrazo de tu mamá”, cuenta Yolanda Morales desde Tijuana. Recuerda que en su época de estudiante en la Universidad de Puebla, recibió un paquete de su madre con dos cobijas para que no pasara frío en las noches. “Las tengo todavía, veinte años después”, asegura.

A principios de octubre, como si de un ritual se tratase, los hogares se llenan de escenas exóticas: leones, tigres, lobos, águilas, venados y hasta de guerreros aztecas. Aunque la manta más conocida lleva un tigre, cada uno en su casa tiene un diseño diferente con gran variedad de colores y dibujos. En la década de los 80 y 90 se convirtieron en un producto muy popular. “Es un elemento que vas a encontrar en la mayoría de las casas, está en el imaginario de la gente y es algo que une a todos los estratos. Esta cobija es un factor de unidad para la población”, explica el periodista Ricardo Otero.

Son muy resistentes, pesan entre dos y tres kilos y están hechas de poliéster. “Junto con el aguacate y el tequila, esos cobertores son uno de los productos de exportación de más orgullo”, dice María Elena Jiménez desde San Diego, California. El cariño por la cobija San Marcos también llegó hasta Estados Unidos de la mano de los migrantes que la introdujeron en la comunidad latina.

The Urban Dictionary incluye la palabra San Marcos como sinónimo de manta calentita de México, así literal: “Oye, vato, trae el San Marcos a la carne asada en Delano mañana”, dice una de las entradas.

El origen de los cobertores San Marcos se encuentra en Aguascalientes (centro norte de México). A mediados de los setenta, su creador, el empresario textil Jesús Rivera Franco, descubrió el tejido sintético en un viaje a España -donde también son muy populares este tipo de cobijas- y comenzó con la producción. Las llamó San Marcos en honor a su barrio en Aguascalientes. De hecho, el logotipo de la marca es la puerta del Jardín de San Marcos, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad. “Tan pronto como salió al mercado en México, fue un éxito. Todo el mundo quería una”, contaba en 2012 el hermano del empresario, Francisco Rivera Franco, a Los Ángeles Times.

Araceli Salgado, de 62 años, recuerda que compró la suya en los años noventa, en el centro de la Ciudad de México, en la zona de Mixcalco, por 45 pesos de la época. Ahora es su hija Astrid la que duerme en esta reliquia familiar. “Me la dio mi mamá cuando me mudé hace diez años”, recuerda. “La mía tiene un león y un elefante. En octubre cuando empieza a hacer frío la saco hasta febrero”, dice Itzel Castañares. Los recuerdos de su infancia se agolpan y siempre acaban ligados a su vieja manta. No la cambiaría por otra más colorida o más ligera. “Para mí es muy importante, ya no tiene la etiqueta por obvias razones, pero mi familia debió comprarla cerca del mercado de La Merced”, señala.

Las ventas de la empresa de Rivera Franco fueron muy buenas durante los primeros años pero a principios de los noventa, nuevos materiales más ligeros y modelos más económicos llegados de Asia, golpearon las ganancias de la empresa. En 1993, Rivera Franco vendió Grupo Textil San Marcos a la empresa de Monterrey Cydsa, que se deshizo de la planta de Aguascalientes en 2004, fecha en la que se fabricaron los últimos cobertores originales.

La fama de las cobijas San Marcos se extendió tanto que otros lugares aprovecharon para fabricar otras similares. Una manta con un tigre estampado se acabó convirtiendo en garantía de un buen producto contra el frío. “Tras el cierre de San Marcos, nuestra fábrica cobra fuerza a nivel nacional con las marcas San Martín y Altamira, que durante muchos años fueron las principales marcas de cobertor de ‘Jacquard’, que es el tipo de tejido del cobertor de animales”, explica Erik González, director comercial de SIENA Home textiles, en Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala.

El cobertor San Marcos, fue desplazado hasta casi desaparecer en los años siguientes. Las fibras costosas, el proceso de hilatura y confección se volvió muy costoso y los precios no eran competitivos para el mercado. “Es un proceso artesanal, los operadores de los telares ya son de edad avanzada y las nuevas generaciones ya no se meten en ese tipo de producciones”, explica González. “En su época llegamos a mandar tráileres llenos a todo el país y al sur para su venta en Centroamérica, hoy debido a los productos asiáticos y la crisis, estamos vendiendo los telares y a un paso de cerrar esa fábrica”, se lamenta el empresario.

Lejos de acabar con la tradición, la popularidad entre el público joven ha aumentado. Algunas propuestas artísticas y estéticas buscan revalorar la herencia cultural e identitaria de estas cobijas. Es el caso de la diseñadora Brenda Equihua, estadounidense de padres mexicanos, que creó en 2008 una colección de chamarras inspiradas en los cobertores San Marcos. “Lo más importante para mi era honrar mi historia. Hacer una pieza de alta moda con un material humilde”, afirma.

“Era importante dignificar la cobija porque, igual que hay gente que para ellos la cobija es importante, también hay quienes la consideran de mal gusto”, señala la diseñadora. Quería atraer a gente a la conversación sobre la historia y la tradición no solo de los latinos y los mexicanos, sino de la diversidad de culturas que fabrican, distribuyen y compran estas cobijas en Estados Unidos”, explica.

La artista que creció hablando español en su casa dice que el cobertor del tigre no es algo de lo que se habla, “más bien se siente” porque es parte cualquier familia en los Estados Unidos. “Es algo que se regala en Navidad o cuando te vas de casa por primera vez. Creces con esa cobija”, concluye.

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