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Agatha Christie: La maestra de las novelas de misterio

La reina del misterio publicó un artículo en 1972 en ABC «en rigurosa exclusiva nacional» en el que relató las tribulaciones de una escritora de novelas policíacas.

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MÓNICA ARRIZABALAGAMadrid, España/Tomado de ABC

Realmente “es” divertido es­cribir histo­rias de detec­tives, aunque supone un esfuerzo consi­derable», confesaba Aga­tha Christie en las páginas de este periódico en «riguro­sa exclusiva nacional» el 19 de marzo de 1972. La famo­sísima dama del misterio, de cuyo nacimiento se cum­plieron 130 años , relató en ese artículo las tribulacio­nes de una escritora en ac­ción: cómo imaginaba a sus personajes, cuál era el esce­nario ideal de sus tramas o de qué forma introducía al villano en la intriga. En re­sumen, algo de ese secreto del divertido arte de escribir novelas policíacas.

«Se puede elegir entre va­rios tipos de relatos: está el puro y simple rompecabe­zas, o el relato ligero de in­triga, que podría quedar igual de bien sin detective, o bien el que depende de un lugar y su ambiente y de las reacciones del detective an­te ambos», continuaba la autora de «Asesinato en el Orient Express» o «Diez ne­gritos».

«Por lo general, lo prime­ro que se hace es trazar un esquema básico: “Este va a ser un falso y un traidor”. Se empieza con el propósito de confundir y luego se trabaja hacia atrás. Yo siempre em­piezo con un bosquejo bas­tante completo, aunque, desde luego, puedo intro­ducir pequeños cambios se­gún voy escribiendo. Hay que ser siempre un “poco consciente” en lo que res­pecta a la primera aparición del asesino. Nunca debe­rá entrar demasiado tarde: eso resta interés al lector. Y hay que tratar el desenlace con el más exquisito cuida­do. Cuanto más próximo al fin se produzca, mejor. Es­to tiene aún mayor impor­tancia en las obras teatrales, donde un anticlímax puede echarlo todo a rodar. Y mi “malo” tiene que ser alguien de quien yo sepa que “pue­de” matar. O sea, alguien cuya naturaleza no se lo im­pida.

La gente cree que siem­pre hay una persona que sirve de punto de partida, pero no es cierto. A veces son extraños con los que jamás hemos cruzado una palabra quienes nos sugie­ren un personaje: vemos a alguien en una excursión y empezamos a tejer historias en torno suyo, como los ni­ños.

Me preocupaba hallar un detective para mi primer li­bro, pero por entonces, a principios de la guerra, ha­bía por aquí muchos refu­giados belgas. Así que pen­sé que sería una buena idea, aunque la verdad es que nunca llegué a trata a nin­guno. Desde luego la seño­rita Marple es muy pareci­da a cualquiera de nuestras tías o abuelas.

Mis primeros libros fue­ron todos muy convencio­nales, innecesariamente complicados, llenos de pis­tas y de historias secunda­rias. Salían policías estú­pidos, y creí que debería haber un detective y un Watson. Luego me can­sé del capitán Hastings, el Watson de Poirot. Pron­to le desterré a la Argenti­na, aunque creo que volvió en una ocasión... Cuan­do releo aquellas prime­ras obras, me asombra el número de sirvientes que deambulan de aquí para allá. Y, en realidad, nadie hace nada; todo el mundo está siempre tomando el té en el jardín, como en E.F. Benson. Me hace sentir una gran nostalgia del pasado.

Pero hay una cosa que me pone furiosa, y es cuando el público se queja de que siem­pre ambiento mis libros en casas de campo. “Hay” que preocuparse por la casa: es donde está la gente. Pue­de ser un hotel, un tren, un bar..., pero tiene que ser un lugar donde se reúnen las personas. Y pienso que tiene que ser un fondo fácilmen­te reconocible, puesto que las explicaciones son fasti­diosas. Si situamos un rela­to de detectives en un labo­ratorio, por ejemplo, lo más probable es que a los lectores no les guste demasiado. No; evidentemente, una casa de campo es lo más adecuado.

Nunca hablo de mi traba­jo hasta que está acabado: creo que en el momento en que hablamos de una co­sa empezamos a sentirnos insatisfechos de ella. Más adelante es posible que se lo enseñe a un par de per­sonas, y hasta que me deje aconsejar. No puedo con­sultar con mi hija muy a menudo. ¡Siempre adivi­na! Es tan fácil abando­nar... ¡cualquier excusa, antes que escribir! Creo que este año me estoy re­trasando, pero espero que al fin lo haré», concluyó.

Hasta unos años atrás, Agatha Christie escribía un par de novelas al año, pero ya por entonces esta infatigable autora nacida en Torquay en 1890 se li­mitaba a una sola. Solía redactarlas a máquina, in­tercalando correcciones, y si se sentía muy cansada las dictaba a su secretaria. Ideas no le faltaban. «Me vienen a la imaginación a borbotones mientras cui­do las rosas. Siempre lle­vo conmigo un cuaderno y tomo notas antes de que pueda olvidarme. De esta forma, los delitos más ho­rribles nacen entre rosa­les», decía.

Su última aparición en público fue en 1974, con motivo del estreno de la película basada en su libro «Asesinato en el Orient Ex­press». La dama victoriana del crimen, que contaba en­tre sus 300 millones de lec­tores con la Reina de Ingla­terra, falleció el 12 de enero de 1976 a los 85 años, de­jando tras de sí más de un centenar de novelas y obras de teatro.

Algunas novelas 1)El asesinato de Roger Ackroyd (1926) Hercule Poirot se ha retirado a la aldea de King’s Abbot para cultivar calabaci­nes, pero cuando el rico Roger Ackroyd es encontrado apuñalado en su estudio, acepta investigar el caso. Un misterio de asesinato típico de la aldea; o eso parece hasta el último capítulo con su deslum­brante revelación. Este título aún sería alabado hoy día incluso si Agatha Christie nunca hubiera escrito otro libro. Un éxito ineludible, y aún controvertido, de la fic­ción detectivesca.

2) Asesinato en el Orient Express (1934) El lujoso Orient Express se detiene du­rante la noche, bloqueado por la ventis­ca. A la mañana siguiente, el misterioso Sr. Ratchett es encontrado apuñalado en su compartimento y la nieve -en la que no se muestran pisadas- muestra que el asesino aún está a bordo. Esta época de viajes en tren ofrece al cono­cido detective Hercule Poirot un elenco internacional de sospechosos y uno de sus mayores desafíos. Tiene uno de los mejores finales sorpresa en el género.

3) La Ratonera (1952) Es posiblemente la obra más famo­sa de Agatha Christie. Se trata de una obra que adapta una de sus novelas, “Los tres ratones ciegos”, en la que en­contramos su habilidad para la intriga gracias a una serie de personajes que aparecen como sospechosos de haber cometido un crimen, y el policía que intenta descubrirlo. ¿Sabías que es la obra que más veces se ha representa­do ininterrumpidamente en la historia del teatro desde su estreno en los años 50? Lleva en cartel desde 1952 y cada año parece más viva en los teatros.

4) Diez negritos (1939) Diez personas son invitadas a una isla durante el fin de semana. Aunque to­dos albergan un secreto, permanecen confiados hasta que comienzan a mo­rir, uno por uno, hasta que finalmente no queda nadie. El pánico se produce cuando el grupo se da cuenta de que uno de ellos es el asesino. Una combi­nación perfecta de thriller e historia de detectives. Representa un gran logro técnico de Christie.

5) Cinco cerditos (1943) Hace dieciséis años, Caroline Crale murió en prisión mientras cumplía una sentencia de cadena perpetua por en­venenar a su esposo. Su hija le pide al detective Hércules Poirot que investi­gue un posible error judicial y se acerca a los otros cinco sospechosos. Esta novela sublime es una historia de de­tectives sutil e ingeniosa, una historia de amor elegíaca y un ejemplo magis­tral de la técnica de narración de cuen­tos, con cinco relatos separados de un evento devastador. El mayor logro de Christie.

6) El caso de los anónimos (1942) Jerry Burton es un ex piloto que sufrió un accidente. Ha sido gravemente heri­do y está convaleciente en el pueblo de Lymstock con su hermana Joanna. Am­bos son muy urbanos. Tan pronto como se acomodan, Jerry recibe una carta desagradable. También lo hace Joan­na. Pero no solo ellos. Todo el pueblo comienza a recibir anónimos. La Sra. Symmington es encontrada muerta por una sobredosis. El misterio se acre­cienta cuando una criada en la casa de Symmington es encontrada asesinada. La esposa del vicario llama a un exper­to, a saber, la señorita Marple Se trata de una novela absorbente y compleja, y es casi seguro que no adivinarás quién es el verdadero asesino hasta el final. Hay giros inesperados, pero todos los extremos están bien hilados antes de que termine el libro.

7) Muerte en el Nilo

Muerte en el Nilo es otro misterio de Agatha Christie en un lugar exótico donde el culpable no tiene mucho es­pacio para escapar. Linnet Ridgeway lo tiene todo: una cantidad obscena de dinero y belleza radiante. Como alguien en el pueblo dice, no es justo que tenga tanto dinero como belleza. ¡Debería ha­ber sido fea! Linnet rompe el código de chicas cuando arrebata su novio Simon Doyle a su amiga Jackie, que está sin un centavo. Hercule Poirot se encuen­tra con Simon y Linnet cuando están en su luna de miel en Egipto. Los Doyle se topan con Jackie, de forma aparente­mente accidental. Cuando Poirot se en­tera de que Jackie ha estado acechan­do a Linnet y a su marido, él le implora que los deje en paz.

Linnet es encontrada muerta y hay mu­chas pistas que apuntan a Jackie como la asesina. ¿Es realmente la culpable?

Muerte en el Nilo es uno de los casos más interesantes de Poirot, y una lectu­ra obligada para sus seguidores.

(Por Sara Romero, Diario Digital muyinteresante.com)

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