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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Cuando los planes se vuelven 'planeta'

Uno pone y Dios dispone. Eso lo he escuchado desde que tengo uso de razón. Ciertamente es así. Cogemos una maleta y la ponemos repleta o ligera de cosas por hacer. Cargamos acuestas con ese equipaje para agotar la ruta traza­da. A veces, hasta dividimos en orden de importan­cia esa agenda, pero no nos damos cuenta de que la prioridad no es la que establecemos, sino la que el Señor organiza para nosotros.

De ligera a apretada o viceversa Hay días que nos acostamos con la mente car­gando con la pesadez de unos planes que parecen no poder desarrollarse en las 24 horas del día si­guiente. Y al despertar: ¡Sorpresa! Vemos que se canceló la reunión importante de la mañana, que se postergó ese proyecto que debíamos desarrollar para ya, o que ya no es necesario que hagamos ese trabajo que era de “vida o muerte”. Es aquí cuan­do nos hacemos la pregunta: ¿Tuvo sentido ese do­lor de cabeza que me gané por haberme abrumado con unos planes que se volvieron planeta? También puede pasar que nos vayamos a la cama muy quita­dos de bulla, y al levantarnos, comencemos a ago­tar una agenda que minuto a minuto se vuelve más pesada.

Dejar fluir Sé que todos hemos pasado por ambas experien­cias, y por eso me atrevo a invitarles a que visiten una ciudad fabulosa donde los planes del día a día, no los crean las personas, los elabora el Señor, que es quien sabe qué nos conviene y qué no, qué orden tienen nuestros quehaceres para cumplir con esa misión que Él nos encomienda. Allí todos se acues­tan y se levantan desprovistos de preocupaciones, solo con la convicción de que no importa cómo venga la agenda, sino la disposición que tengamos para cumplir la voluntad de Dios.

¡Claro que hay que organizarse! No es que actuemos a la ligera. Es que copiemos de los residentes en ese lugar fabuloso. Allí no se preocupan antes de que pasen las cosas, se ocupan en buscarles solución luego de que suceden. ¿Qué se organizan? Por supuesto, lo hacen. Pero tenien­do en cuenta que no vale la pena dar por hecho que mañana tendremos un día liviano o pesado. Ellos simplemente, esperan que llegue apegados a la fra­se: “Cada día trae su afán”. Así que espero la visita a esa ciudad de ensueño les haya ayudado a com­prender que antes, ahora y siempre el único que traza la pauta es nuestro Creador, y por eso vemos que existe la posibilidad de que, como decimos en buen dominicano, nuestros planes se vuelvan pla­neta.

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