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FOLCLOREANDO

No podemos repetir errores, seamos críticos

El 21 de agosto de 2018 hice públi­co la información de que la UNESCO no fue la que hizo la declaratoria que le endonan, conmemorando el 22 de agosto como Día Mundial del Folklore. Es increíble cómo sin investigar nos in­ventamos cosas y situaciones para protagonizar, y no solo en RD, ha sido en muchos países que se tiene esa creencia, pero con la información que emití, por lo menos en nuestro país le pusieron mucho asunto a este tema.

Origen de la fecha La declaratoria del Día Mundial del Folklore tuvo su origen en el primer Congreso Internacional del Fo­lklore, organizado en Buenos Aires, Argentina, en 1960, por Augusto Raúl Cortazar, presidente de la Co­misión Internacional Permanente de Folklore, con el voto unánime de representantes de 30 naciones. Esta información está contenida en el programa del espec­táculo “El folklore artístico y sus proyecciones”, reali­zado un viernes 21 de agosto, sin el año, que supone­mos que podría ser 1964 o 1970, según el calendario perpetuo, en Buenos Aires, organizado también por Augusto Raúl Cortazar, director del Fondo Nacional de las Artes, en Buenos Aires.

Una cita de Cortazar “Se aspira a que en esta fecha cada país muestre, di­funda y exalte las bellezas y valores de su respectivo folklore, su expresión de común amor y admiración por el arte popular”, justificó en esa comunicación el folklorista argentino.

“La fecha elegida, 22 de agosto, recuerda simbóli­camente la publicación en 1846 de la carta en la que William John Thoms proponía el termino folklore (sa­ber tradicional del pueblo) que hoy es universal”, es­cribió también Cortazar.

Resarcir el error Qué bueno que en este año no se repitió el error, que no se sabe quién fue que lo inició. Los errores hay que resarcirlos, aunque haya pasado muchos años. Tam­bién hay que ponerle fechas completas a los docu­mentos, afiches, videos, programas, porque debemos trabajar para la posteridad.

Mantener credibilidad En estos últimos años me he sentido más curadora de contenido, más crítica, más “recolectora” de da­tos que otra cosa, porque los errores se pagan caros. Si nos quedamos callados pensando que nadie se da­rá cuenta la credibilidad se va por el suelo y trato de cuidarme.

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