Después del confinamiento

¿Será verdad que la vida se convertirá en algo diferente después de la pandemia?, ¿que la gente aprenderá la lección y la sociedad cambiará, convirtiéndose en un conglomerado responsable, solidario y preocupado por el bien general?

Lo dudo mucho. Los que peinamos canas hemos atravesado por experiencias que deberían cambiar la vida de cualquiera. El ajusticiamiento de un dictador que parecía eterno tuvo que darle un giro de sesenta grados al discurrir ciudadano y cambiar la perspectiva y el rumbo de la nación. Unos años después, una guerra civil, rematada con una invasión de tropas extranjeras, cambió de nuevo el destino nacional, concientizándonos y haciéndonos más fuertes después de la experiencia. Años después, un desolador huracán puso a prueba nuestra integridad.

Vinieron años de sosiego y progreso. Nuestro pequeño país creció, modernizándose, convirtiéndose en una meca del turismo y tornando su capital en la metrópoli más importante del Caribe.

Lejos quedaron los tiempos en que mirábamos a Puerto Rico o a Miami como la meta para nuestros paseos y compras. El desarrollo obtenido hizo que pudiéramos tener en nuestro suelo, las principales firmas comerciales, lugares de comercio y esparcimiento, iguales o mejores a los de aquellos del extranjero. Viajar se convirtió en un placer turístico, lo demás lo tenemos en casa.

Ahora, después del confinamiento, tenemos y debemos ver el mundo y el futuro de otra forma. La lección aprendida debe ser que tenemos que apreciar lo que tenemos, nuestro incomparable y maravilloso entorno natural, nuestro tejido familiar y urbano, diferente a otros porque se compone de vecinos y gente generosa y solidaria. Estamos vivos y seguiremos persiguiendo nuestro destino, ¡dando gracias por vivir en un país privilegiado!