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COSAS DE DIOS

Qué es la crisis

Cierta vez, escuché a un hombre muy rico decir que la crisis es la abundan­cia mal administrada. Si piensa que se equivoca, lo cierto es que todos, en algún momento, pasamos por una buena época durante la cual fluyen los recursos. Lo que hacemos en ese período de bonanza, se­gún el planteamiento que cité, determina si en el futuro atravesaremos por una crisis y, sobre todo, la magnitud de esta.

Despilfarro He conocido casos de personas con necesidades que a mí me parecen perentorias y reciben una cantidad determinada de dinero, grande y poco frecuente para ellos. Me he dicho, entonces que, de seguro, destinarán esos recursos a solucionar situaciones de envergadura, como la falta de un techo propio, pero, para mi sorpresa, se gastan el dinero en asuntos mucho más intrascendente.

Ahí se decide Al final, nuestro criterio determina si invertimos, ahorramos, solucionamos problemas, nos costea­mos caprichos o regalamos los recursos de que disponemos cuando las cosas van bien. Es ahí, en esa decisión, donde estamos gestando el tamaño y la repercusión de la crisis por la que atravesare­mos cuando lleguen las vacas flacas, es decir, en momentos como el que atravesamos ahora.

Está aquí La crisis ya llegó y, sacando cuentas, hice un mea culpa sobre decisiones pospuestas, gestiones no llevadas a cabo y certezas que este período de ex­cepción convierte en incertidumbres. Llegué a la conclusión, ojalá me equivoque, que todavía, por desgracia, no ha llegado lo peor, de manera que aún estamos a tiempo para utilizar lo que recibi­mos con actitud más sabia. Ajustar las cuentas, podría amortiguar la gravedad de nuestra gran crisis, esa que parece avecinarse sin remedio.

El mundo paga Los cristianos creemos que seguimos a un Dios de orden. Ese orden vale para todo, también para las finanzas. Somos administradores de lo recibi­do, lo que nos ha sido dado, y responsables, siem­pre, de las decisiones tomadas que acarrearán consecuencias. Algunas las lamentaremos, por otras, daremos gracias. Ahora que llegó la crisis, y el mundo entero parece pagar por una abun­dancia mal administrada, es tiempo de ajustar­se el cinturón y, aunque le parezca increíble, dar más, porque la necesidad a nuestro alrededor así lo amerita. Ojalá que todavía podamos ayudar a muchos porque eso significará que hemos admi­nistrado bien nuestros recursos.

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