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COSAS DE DIOS

Como Juan Carlos

El regreso paulatino a la normalidad, en medio de esta pandemia, me ha puesto a pensar en Juan Carlos Angustia, un an­tiguo compañero de trabajo aquí, en el Listín Diario, que cuando vivía en Bonao, en el año 2006, fue declarado muerto en un acciden­te de tránsito y, doce años más tarde, se convirtió en el primer dominicano fichado por el gigante tecnológico Google.

Camino al infierno Según Juan Carlos me contó, aquel día en que logró salir vivo de un autobús lleno de cadáveres y heridos graves, tras deslizarse por una barranca, él sintió que se moría. Y lo peor de aquella experiencia, es que tuvo la certeza de que iba camino al infierno.

Un ángel Dice que sentía que caía por un túnel oscuro, como si atravesara la tierra, y se dijo: ¡Es verdad que existe el infierno y yo voy para allá! En ese instante, pidió cle­mencia al Señor y le prometió que, a partir de ese mo­mento, cambiaría. Dice que, sin saber cómo, en lugar de la barranca por donde se deslizó el vehículo, des­pertó arriba, junto a la carretera, y que una señora lo ayudó para que lo trasladaran de urgencia al hospi­tal. Se había roto el vaso y esto le provocó una hemo­rragia interna. Efectivamente, se estaba muriendo. Al recibirlo, un médico lo metió de cabeza al quirófano, donde fue intervenido de urgencia. Milagrosamente, contrario a otras ocho personas fallecidas, él logró sal­varse. Ya recuperado, Juan Carlos quiso agradecer a aquella señora, tan amable, que lo acompañó en to­do momento, hasta ponerlo a salvo, en las manos del doctor. Pero nadie supo decirle de quién se trataba, es más, nadie más la vio.

Para Dios nada es irreversible Su historia me impactó porque, cuando lo contaron entre los muertos, yo estaba trabajando esa noche en el periódico e hice un chiste cruel, dije: ¡Ese pobre hombre se llama Juan Carlos Angustia, con razón, se muere en un accidente! Paradoja y lección: para Dios no hay nombres que marquen ni condena irreversi­ble ni destino que no pueda transformar. Juan Carlos se levantó de la cama de ese hospital con una herida enorme en el estómago pero dispuesto a ser otro, y lo logró. Cuando lo conocí era un cristiano convencido que, sin saberlo, se encaminaba hacia el destino seña­lado para él. Resulta que en los planes de Dios estaba que ese muchacho, alegre y sencillo, hiciera algo que ningún otro dominicano había logrado.

Nosotros también Así creo que pasará con los que sobrevivan, o sobre­vivamos, si son los planes del Señor, a esta pandemia del Coronavirus. Saldremos de esta prueba con una herida enorme, nadie nos librará de ello, pero tam­bién, tomados de la mano de un ángel que habrá he­cho bien su trabajo cuidándonos. Esperemos que, de nuestro lado, si nosotros clamamos a Dios hasta arrancarle una nueva oportunidad prometiendo que haremos las cosas mejor que hasta ahora, cumplamos nuestra palabra, como lo hizo Juan Carlos.

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