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Frustración colectiva se propaga como pandemia

Carmen. Virginia Rodríguez y Patricia Liranzo del Grupo Profesional Psicologicamente.

Carmen. Virginia Rodríguez y Patricia Liranzo del Grupo Profesional Psicologicamente.

Todos los seres humanos pasamos en algún momento por situaciones que nos generan frustración. Sin embargo, cuando a nivel de un país vienen dándose acontecimientos de manera reiterativa y constante producen en la población decepción, enojo, desengaño y desesperanza.

Sentir que como ciudadanos de un país que se hace llamar democrático suceden cosas como lo que estamos viviendo con unas elecciones suspendidas, coarta el derecho a la libre elección, pero además apuntala a deshacer los sueños, las expectativas y los deseos de los dominicanos de colaborar para cambiar situaciones de nuestro país.

Cuando la estructura estatal encargada de organizar, y salvaguardar el derecho al voto de todo ciudadano se resquebraja y no nos protege, si no que nos somete y perpetua el estado de violencia colectiva, que nos deja estrés y una percepción de peligro, paralizados, con ganas de huir y con pocas de luchar.

Es una imposición, y como todo acto de dominio es vivenciado individual y colectivamente, como un abuso particular y además grupal, como un ultraje que tiene como efectos que nos sintamos 2020 grandemente desprotegidos, cansados, no sabiendo cómo afrontar la situación, pero sobre todo, impotentes y desilusionados.

En este esquema de poder, los que estamos abajo, en este caso los ciudadanos, reactivamos esa desprotección que vivimos cotidianamente y que genera, a su vez, una sensación de desvalorización de lo que podemos hacer como sociedad y de una infravaloración frente al monstruo en que se convierte un estado cuando nos defrauda diariamente.

El domingo 16 de febrero del 2020 debió ser una experiencia de acciones cívicas que nos llevarán a ver el país no solo con ganas y voluntad de florecer y avanzar, como la población quiere y aspira. Sentir que no podemos confiar, que el miedo se apodera genera muchas emociones y sentimientos, que de ninguna manera son positivos. Se devela la incertidumbre y un desconcierto casi global que produce una frustración colectiva, que al igual que las heridas profundas y los traumas, escinden la experiencia, y por eso tardan mucho en sanar.

Solo queda, que como país, nos aferremos al principio: “De las crisis salen grandes cosas”, solo si, de ellas se aprende y no se repiten los mismos errores… ¿Estamos en esa capacidad?

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